El dolor de Guillermo Avilés
domingo, octubre 20, 2013
Devociones de Viengsay, una bailarina cubana en plenitud
Viengsay Valdés tiene un montón de pasiones, pero solo dos definitorias: adora bailar; no importa si como un sol, un ave, una estatua, cierta hada, princesa o campesina, bailar. Y si en su baile alguien reconoce un hálito de Cuba, entonces completa la felicidad. La crítica internacional cuenta a esta primera bailarina entre las mejores del mundo actual, mientras ella –acusada de “incendiaria” en la escena, “dulce”, “intensa”, “incansable” y poseedora de un “virtuosismo apabullante”- vive con orgullo las pasiones que eligió cultivar.
A juicio de Viengsay, toda demanda del público puede ser respondida. Quienes no la conocen pudieran creer que el alarde típico de la cubana le impulsa a lanzar frases como esa en plena calle de su Habana natal. Valdés ostenta con elegancia, pero cumple. Alguien que creyó siempre en ella le obsequió una postal con clave: “el éxito consiste en la constancia de los propósitos”. Aquel mensaje escrito por su maestra Mirta Hermida, el día de la graduación escolar, le acompaña en casa, junto a sus posesiones más valiosas, centenares de zapatillas y las tiaras de un universo de criaturas: cisnes, princesas, hadas, espíritus y chicas de otras épocas.
En reconocimiento a la dedicación, la creatividad y la cubanía, la Asociación Hermanos Saíz concedió a esta primera figura del Ballet Nacional de Cuba (BNC) la categoría de Miembro de Honor desde julio de 2013. El presidente de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac), Miguel Barnet, aseguró ese día que no había preguntas para hacerle porque ella era una gran respuesta.
Sin embargo, en la calle, varios curiosos se interesan por qué sabe bailar además de ballet y se sorprenden cuando Viengsay propone gozosas ruedas de casino. En materia de danza, sus búsquedas van más allá de lo que el público cubano alcanza a ver, la Valdés ha sido Carmen en La Habana y en San Petersburgo, como invitada del renombrado Ballet Mariinsky. También, ha lucido la Kitry del Quijote en los cinco continentes, en más de 50 galas internacionales.
“Hay actores cuyas brillantes actuaciones permanecen en la memoria mucho tiempo después de que las luces del escenario se hayan apagado”, escribió un experimentado crítico canadiense antes de mencionar a la reina de las nieves de Viengsay en Cascanueces entre las 10 mejores representaciones vistas en teatros de su país en 2010. La artista de hoy fundamenta los logros con orgullo porque sus maestros fueron un privilegio.
Viengsay Valdés (VV): Tuve la suerte de trabajar con Alicia Alonso, el Maestro Fernando Alonso, las cuatro joyas del ballet cubano (Aurora Bosch, Josefina Méndez, Mirta Plá y Loipa Araújo), y otros grandes artistas que me ayudaron muchísimo, me transmitieron sus experiencias, la manera de interpretar los roles, conceptos e ideas que me sirvieron para comprender el movimiento, el gesto, la intención, el mensaje, la esencia de cada uno de los ballets que me enseñaron. Por supuesto, los llevo conmigo en mi baile siempre, esas enseñanzas son algo muy valioso que conservo y en su momento trasmitiré con gusto a otras generaciones.
-¿Qué importancia tiene dentro del arte el diálogo entre artistas de diferentes generaciones?
Yo vi bailar a Ofelita González junto a Julio Bocca en vivo y eso me inspiró muchísimo. Al poco tiempo, ella me dio los últimos detalles para mi estreno de Kitry, me entregó el espíritu del personaje, ese estallido en la escena, la libertad en los saltos, el desenfado, el toque de humor. Nuestra querida Josefina Méndez por su parte me estrenó en los roles de Giselle, El lago de los cisnes y Coppelia, tres clásicos de la mayor exigencia y en los cuales disfruto cada momento cuando los interpreto.
En la actual gira por España, cuando bailé Coppelia en Madrid, dos personas se me acercaron para decirme emocionados: “¡Me parecía estar viendo a Josefina!”, y no es que seamos físicamente parecidas, se trata de la manera de interpretarlo, el estilo propio de este ballet demi-carácter, el cómo lograr las pantomimas bien claras que se entiendan, cómo ser pícara en el segundo acto y luego, en el pas de deux final, la elegancia en la celebración de la boda. Yo logré absorber sus correcciones, sus detalles artísticos, su vis cómica, y hacer todo eso parte del baile.
Josefina era una exquisitez como maestra y me pedía al detalle cada frase de la coreografía lo cual me ayudó a fijar en mi memoria aún más sus correcciones. Nuestra Loipa Araújo es otra que llevo conmigo siempre, su exigencia, su manera exacta de buscar la musicalidad en los movimientos, que el bailarín no se atrase para atacar el paso, la insistencia de que la interpretación sea creíble, de lo contrario no se entiende la escena. También recuerdo a Cristina Álvarez (Meruchi) ensayándome mi primer cisne negro y muchas otras vivencias que no me alcanzaría esta entrevista para nombrar a cada uno de los prestigiosos maestros de la escuela cubana.
¿Qué te enseñan tantas experiencias en galas internacionales?
Es incomparable el orgullo que siento al representar a mi país, es siempre un momento de emoción y, sobre todo, la oportunidad perfecta para que el mundo no olvide, ni por un instante, nuestra escuela cubana de ballet, de mostrar la manera en que bailamos, nuestra técnica fuerte, el dominio, la proyección escénica y el virtuosismo. A la vez, me proporciona la oportunidad de ver con mis propios ojos cómo se está bailando en la actualidad, comparar las escuelas, apreciar el amplio repertorio que el ballet universal comprende, ver a bailarines internacionalmente reconocidos, a leyendas, a otros jóvenes emergentes, y así nutrirme, y sobre todo exigirme más a mí misma. Es, sin dudas, una oportunidad de oro.
¿Cómo debería trabajar un joven recién graduado de la escuela cubana?
VV: Al ingresar al BNC, el bailarín debe ser consciente de que pasa de ser un estudiante a convertirse en un bailarín profesional. La exigencia y el rigor se verán reflejados de una manera diferente, ya no tendrán al profesor constantemente corrigiéndoles, sino que se enfrentan a un trabajo individual con la disciplina, el respeto hacia los antiguos integrantes y la necesidad de aprender todo el repertorio clásico y contemporáneo.
¿Qué pudiera desalentar a los jóvenes bailarines del presente?
A los jóvenes les desalienta que no les den oportunidades para mostrarse. Pero en su impaciencia, estas nuevas generaciones a veces no se dan cuenta de que hace falta un dominio técnico primero y luego artístico para echarlos a volar y eso lleva tiempo, a veces no se logra en un año ni en dos. Además, si quieren mostrarse con la calidad requerida en esta rama del arte deben saber esperar y ese tiempo aprovecharlo para perfeccionarse.
En mi caso fue diferente, me dieron muchos roles a temprana edad pero igual tuve que esperar para ser promovida a primera bailarina, tiempo que no desaproveché y trabajé incansablemente para así llegar a serlo, porque no todos alcanzan esta categoría. Ahora bien, últimamente se tienen en el banquillo a algunos que sí se pudieron foguear si les hubieran dado al menos pequeños roles. Y de pronto, a los que llevan años les pasan por delante los nuevos recién graduados. Hay que mantener un equilibrio y ser justos para poder aprovechar el talento individual de cada uno de los bailarines.
Muchos admiran su talento pero también se preguntan si siente que ha sacrificado su vida personal por la danza.
Esta carrera inevitablemente te absorbe, y si de verdad crees en lo que haces le debes dedicar tiempo y, sobre todo, entrega. No obstante, yo no dejo de tener mi propia vida, aun estando tan ocupada. Intento descansar la mente y el cuerpo en otros ambientes y, al día siguiente, vuelvo a los salones renovada. Es difícil, pero no imposible.
Por: Martha Sánchez
Foto Gabriel Dávalos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario