La doctora Aleida Guevara March llegó a Fomento sin más compañía que las memorias del Guerrillero Heroico. Sintió la humedad del aire de las montañas y revivió las historias que desde niña escuchó sobre la marcha de la Columna No. 8 Ciro Redondo desde su partida de Oriente hasta su arribo a las serranías del Escambray.
Visiblemente emocionada, compartió con los pobladores de Manaca Ranzola los recuerdos desperdigados que preserva del Che y la experiencia de toda una vida dedicada a enaltecer la memoria de su padre.
“Ellos fueron increíbles en su marcha —evoca Aleida Guevara—, confiaron en un hombre que no sabía nada de nada de los caminos por donde andaban. Para ellos Camagüey fue la parte más difícil, era llana completa y sabes cómo los golpearon ahí. Nadie en la tropa era topógrafo y mi papá tenía muy poca experiencia de la geografía cubana. Es una hazaña de verdad. Cuando te metes en esos lugares, te das cuenta de quiénes son nuestros héroes.
“Yo participé en una reedición del desembarco del Yate Granma. A las cinco de las mañana en diciembre, en el agua helada de Las Coloradas y la caminata por el mangle demuestra que ellos eran únicos. Fueron seres humanos especiales y eso es una de las cosas que las nuevas generaciones tenemos la obligación de rescatar porque, por ejemplo, cuando tú hablas de varios jóvenes de la clandestinidad en Santa Clara: iban a poner una bomba, había civiles, no la pusieron y les reventó la bomba a los cuatro en las piernas. Tenían 20, 22 años y si ya mueren por la independencia de su país, eso son ideales a atesorar.
“Aquí tú te encuentras hoy con jóvenes de 20 que a veces ni están pensando en nada. No es culpa de ellos, que conste, es culpa de nosotros, que no hemos sabido inculcarles estas cosas desde pequeños. Es un error tremendo porque eso de preservar vale siempre la pena.
“Cuando tú tienes hombres y mujeres así en un pueblo, tienes que educarlos, formar valores para honrar nuestra historia. Tenemos que trabajar más y no cansarnos”.
LA HISTORIA EN CARNE PROPIA
“Las nuevas generaciones de la comunidad tienen un compromiso con el conocimiento de la historia local —continúa Aleida—. Hay que fomentar la posibilidad de que ellos visiten estos sitios de Manaca, Caballete de Casas y otros, que cuenten con los servicios básicos, que pongan sus hamacas, que a caballos puedan desandar la zona montañosa. Los jóvenes necesitan sentir más de cerca la historia de la Patria.
“Yo me acuerdo en mis años de estudiante de la Universidad, tuve muchos amigos que vinieron aquí a acampar en las montañas de Fomento, montaron a caballo, hicieron increíbles cosas para conocer la zona, para estar en los lugares donde estuvo el Che, ni soñar hace más de 30 años atrás tener un monumento como este. Ahora se ha ido perdiendo un poco esa espontaneidad en los muchachos pero se puede incentivar. No hay cosa mejor para los jóvenes que vivir un momento no solamente histórico, sino de trabajo.
“Recuerdo el único día en mi vida que he cortado caña de azúcar. A partir de esa jornada, yo beso el piso por donde pasa un cañero, te lo juro. Ese día yo me di cuenta de lo qué era cortar caña. Es un trabajo muy duro. Y si nuestra gente lo hizo y tuve mi carrera gratuita gracias a un cortador de caña, lo menos que puedo hacer es protegerlo, hacerle la vida lo mejor posible. Es una cuestión de devolver lo que ya has recibido. Los jóvenes tienen que darse cuenta de lo que eso significa.
“De hecho, para mí, son experiencias que nunca he olvidado porque me marcaron y me hicieron mejor ser humano en ese sentido. De alguna manera tú debes devolver lo que has recibido. Es mucho lo que nos toca.
“La gente no se para a veces a ver lo que hemos disfrutado en este país desde el punto de vista humano, desde le punto de vista social. Hay que trabajar mucho en eso con los jóvenes, sobre todo, darles participación, alentar sus iniciativas, que los muchachos se sientan dueños de lugares como este donde se gestó nuestra historia. Que sean los que más se preocupen, que sean los que más limpien el área, que la tengan lista. Si la escuelita hace aquí sus matutinos, perfecto, pero que además se les diga: A ver muchachos, hagan una guardia vieja. Los niños enseguida responden”.
MEMORIAS DE ALIUSHA
“Mi papá le decía a mi mamá Aleiducha, y cuando yo nací, él quiso ponerme Aleida también. Mi mamá quería ponerle Lidia, el nombre de su hermana, pero él no estuvo de acuerdo. Quería que me llamara como la mujer que él amaba. Me puso Aleida como mi mamá, pero no me iba a decir Aleiduchita, porque era muy largo. Se le ocurrió entonces decirme Aliusha y así me conocen mis hermanos. Mis amigos me dicen Aliusha también porque saben que era el nombre que mi papá usaba conmigo.
“Yo lo conocí muy poquito, esos recuerdos de él lo recogí en un documental que les haré llegar a ustedes. Ahí van a saber algo interesante que yo aprendí también de niña. ¿Saben quién fue el que inició la tradición de tirarle flores al mar a Camilo? Mi papá. Eran muy grandes amigos los dos. Y cuando Camilo muere, mi papá era un verdadero revolucionario. Ustedes saben que él decía que los verdaderos revolucionarios tenían que ser hombres y mujeres con gran capacidad para amar, porque si no, tú no puedes entregar tu vida a una causa, ¿verdad?
“En eso, él lo cumplió y como era un hombre muy romántico, se le ocurrió que una de las maneras en que podíamos rendirle tributo a Camilo, que era uno de los hombres más completos de la guerrilla del Ejército cubano, sería poner una flor en el mar o en el río, un gesto para recordar donde desapareció ese ser inmenso.
“Por eso, uno de los pequeños recuerdos que tengo es que mi papá iba con Camilo y conmigo, con el que me sigue a mí. Mi hermano se llama Camilo por Camilo Cienfuegos. Íbamos juntos con él en el auto, él paraba en el Malecón de La Habana y nos bajamos a tirar una flor a Camilo”.
Así transcurrió para Aleida Guevara la tarde en Manaca Ranzola, en el Escambray de Fomento. El bullicio de los infantes y los recuerdos que le brotaban de golpe fueron acaso el mejor homenaje que tributó al aniversario 55 de la creación del histórico frente donde se consagró para siempre su padre, el Che.
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