Una marcada vocación de servicio a la humanidad es el sentimiento que mueve a quienes se dedican a la noble profesión de trabajadores del sector de la medicina.
En distintas especialidades: médicos, enfermeros, laboratoristas,
técnicos…, son imprescindibles en la sociedad para dotarla de bienestar y
felicidad.
Los encargados de restablecer y preservar el más preciado tesoro que posee el hombre: la salud, tienen el privilegio y el compromiso de estar más cerca del ser humano.
La mayoría de ellos viste de blanco impecable, aunque a veces
andan de verde o azul claro, si son quirúrgicos o intensivistas, pero más que
su investidura es el instinto de auxilio y ayuda el que los hace laborar de
noche y de día, cualquier día de la semana, fechas festivas o luctuosas, bajo
ciclones, intenso calor o frío.
Siempre imprescindibles, están con igual utilidad en las salas de
hospitales, los dispensarios de policlínicos, consultorios del médicos de la
familia, casas maternas y de abuelos, escuelas, fábricas, círculos infantiles,
aeropuertos....
Su rango de acción toca a toda la sociedad, pues son necesarios en
la atención al enfermo hospitalizado y al ambulatorio, al que requiere de una
cirugía, en las campañas de vacunación, los pesquisajes preventivos de
enfermedades, o de casa en casa en funciones de terreno a pacientes crónicos o
encamados.
Especialistas de cualquier rama de la salud, nunca se retiran,
porque aún cuando pasan a su jubilación, siguen prestando su servicio a
familiares, vecinos y amigos. Es una especie de sacerdocio para toda la vida.
Pasan horas y horas junto a los pacientes, lo mismo para ejecutar
los tratamientos prescriptos, vigilar sus reacciones, estado y evolución, que
para asistir múltiples necesidad del enfermo y sus familiares.
Destacan en la atención a heridos en las guerras, a damnificados
en los desastres naturales, a lesionados en accidentes y catástrofes...,
mientras mayor es el riesgo y la necesidad, más se crecen. El dolor de otros no
les es ajeno.
El personal médico cubano ha demostrado al mundo su esencia
internacionalista, cuando miles y miles han llevado la asistencia médica a lo
alto del Himalaya, a la selva, a comunidades indígenas, a ciudades y poblaciones,
en situaciones de paz o guerra, bajo intenso frío, en tareas de ayuda tras
sismos y catástrofes naturales, en cualquier lugar de la geografía que se le
necesite.
Cada 3 de diciembre se celebra el Día de la Medicina Latinoamericana,
para homenajear al sector, coincidiendo con el natalicio del sabio cubano
Carlos Juan Finlay y Barrés, nacido en Camagüey, en 1833, quien descubrió del
agente transmisor de la fiebre amarilla.
Decididamente no hay obra mayor que la que se involucra con la
salud y la vida de las personas, es por eso que quienes ejercen con eficiencia
y conciencia las distintas especialidades médicas, están en un escalón alto de
la dignidad humana.
Por:
Idania Pupo Freyre
Foto de
Ismael Francisco
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