El dolor de Guillermo Avilés

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domingo, enero 29, 2006

SANGRE AVILEÑA EN BASSIÁN

AIRE gélido, ausencia de sol; ninguna edificación en pie....solo la naturaleza que llora ante el recuerdo del desastre, ese es el paisaje que día a día acompaña a un joven médico avileño, Martiniano Dionisio Hernández Isas, en su actual estancia en Paquistán.

Como integrante del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias "Henry Reeve", creado por Cuba el pasado septiembre para la atención de damnificados por catástrofes naturales en cualquier parte del planeta que lo requiera, el muchacho de solo 25 años edad partió el amanecer del 26 de octubre al lejano país asiático ha ofrecer su ayuda a los miles de damnificados que dejó el intenso sismo del 8 octubre.

Tras un adiestramiento sobre materias médicas, idiomas, costumbres del país...Martiniano fungió como responsable del grupo de Ciego de Ávila y fue de los primeros cubanos en llegar al territorio del impresionante Himalaya. Residente de primer año de Medicina General Integral, cursó un Diplomado en Terapia Intensiva, tiene su prueba de fuego en la atención polivalente a los damnificados del fenómeno natural.

Ahora se encuentra en campamento de refugiados nombrado Kampur, segundo de su tipo ubicado en Bassián, a más de cuatro horas de camino de Islamabad, la capital del país, allí trabajan 19 cubanos, entre médicos y enfermeras.

Bassián, ciudad fantasma, es uno de los asentamientos poblacionales arrasados por el terremoto, y zona rural que pertenece a Mansera, una ciudad grande de la pintoresca nación.

En los correos electrónicos que recibe su mamá, Rosa, hay vivencias de la difícil misión que cumple en la nación del Asia Meridional. Una de estas tiene especial connotación:

"A los pocos días de comenzar nuestra misión allí me encontraba en la consulta y me llega un pobre anciano llamado Selman con su nieto en brazos, lo registré como Emir Nacer Ali; el infante es huérfano, sus padres fallecieron sepultados por el terremoto."

"El pequeño sufría de una enfermedad del sistema hematológico llamada Púrpura Vascular de Sholein Henoch, esta dolencia cursa con lesiones cutáneas, renales, articulares y digestivas, esta ultima trae como consecuencia una complicación frecuente llamada invaginación intestinal (introducción anormal de una porción del intestino en la que la precede o la sigue), que requiere intervención quirúrgica para salvar la vida."

"Rápidamente diagnostiqué la enfermedad y su complicación —cuenta el joven galeno—, nos pusimos en función de ayudar al niño, este tenía la hemoglobina en 4 gramos, debía ser transfundido urgente, pero no aparecía su grupo sanguíneo, el cual es B positiva, al igual que yo. No dudé un instante y doné mi sangre, se operó al pequeño paquistaní y se evitò su muerte."

"El tratamiento de esta enfermedad es sintomático, a no ser que aparezca la complicación mas temida que es la invaginación intestinal y entonces es quirúrgico. Es mas frecuente en niños que en niñas, en ocasiones tiene recidiva en los meses que le siguen. En la piel de los pacientes afectados se ven petequias y equimosis (que son manchas rojas que se observan con excepción de la cara y el tronco). Este padecimiento produce dolores intensos en las grandes articulaciones, hematuria (sangramiento en la orina) y dolor abdominal, que siempre hace pensar en la complicación que hizo el niño. La causa es inmunoalérgica precipitada por la ingestión de algún medicamento, alimento específico o infección; la invaginación intestinal es poco frecuente."

Su extrema sensibilidad se pone manifiesto en la continuidad del relato:
El pobre abuelo se me arrodilló llorando agradeciendo el gesto y me hizo llorar al decirme que su nieto, recuerdo de su hijo fallecido y el único familiar que le quedaba tras la tragedia, que estaba vivo gracias a su dios y a los médicos cubanos y que Cuba era significado de vida, esperanza para los desposeídos, que mis manos diagnosticaron la enfermedad de su nieto por eso estaban bendecidas por su dios, al cual le pediría por todos los médicos cubanos y por el presidente Fidel Castro, que formaba hombres de bien.

Fue una experiencia linda y emocionante para el joven galeno, prácticamente recién graduado de la más humana de las profesiones: la Medicina.

Sus días tienen el mismo panorama en su entorno: solo las coloridas casas de campañas conforman el paisaje de las montañas de la zona norte del país, caracterizada por su clima ártico y su difícil logística.

"Cuando no hace aire jugamos con la nieve, hacemos muñecos de nevisca; trabajo duro, me llaman a cualquier hora, en el hospital que me queda cerca ayudo a una cirujana a operar, ya hice la primera apendicitis yo solo y una cesárea, ya me buscan a mi para que las haga, estoy entrenándome ahora en operar vesícula, no pensé que me fuera a gustar la cirugía"

Sus frecuentes correos van tejiendo la historia: Aquí la temperatura está a dos grados bajo cero, nos volvieron a dar abrigos porque el frío es irresistible. Estoy haciendo un diario, en el cual escribo los casos más interesantes que he visto en esta misión; detalladamente relato cada uno, con todos sus pormenores, así como las enfermedades más frecuentes en esta zona.

Desplegados por los poblados y aldeas afectadas de Paquistàn funcionan 30 hospitales de campaña, los cuales disponen de la más moderna tecnología para brindar servicios de cirugía, ultrasonido, electrocardiograma, rayos x y laboratorio clínico, entre otros.

Como toda gran obra humana, la amalgama de sentimientos mueve la conducta de sus protagonistas. No faltan momentos de nostalgia, cansancio, desasosiego...

"Hubo un temblor grandísimo ayer, se me movió la cama y todo, mis compañeros y yo nos aterrorizamos, fue un momento difícil, sentimos miedo."

Martiniano Dionisio ha forjado su disciplina desde adolescente cuando estudió en la Escuela Militar Camilo Cienfuegos y después pasó el Servicio Militar General, etapas de su vida que le valieron para formar su espíritu de sacrificio y entrega y sobrellevar las difíciles condiciones de vida que afronta en Paquistán: el frío en extremo intenso, la incomodidad de dormir en el suelo (los primeros días de su llegada al campamento), la desolación del lugar y las intensas jornadas de trabajo diario.

Cientos de casas de campaña de diversos colores son las actuales edificaciones del lugar; por temor a que se repitan otros temblores, los paquistaníes y cubanos se resguardan bajo los toldos en las frías madrugadas. Las torres y tendidos eléctricos, las construcciones, fueron derribadas por el fenómeno natural que hizo promover toda la tierra, nada quedó en pie. El dolor físico y sentimental de los nativos oprimen los corazones de quienes han venido de muy lejos a extenderles una mano: los médicos, paramédicos y técnicos de Cuba.

Los días allí son difíciles, las noches extremadamente frías, el amanecer llena de nieve o escarcha las casas de lona, luego sube un poco la temperatura y el chocolate bien caliente del desayuno hace aligerar el cuerpo de los abrigos, guantes, bufandas y gorros...después viene el trabajo intenso de socorrer a los heridos, a quienes se enferman como secuela del desastre. Cada uno cumple una labor titánica y, entre ellos, el joven avileño, quien se hizo médico por una vocación que prendió en él desde la niñez.

El doctor Hernández Isas forma parte de un trío de jóvenes galenos avileños, quizás en un caso único, pues son vecinos, viven a solo metros uno de los otros y que actualmente cumplen misión en Paquistàn: a los doctores Magaly Santiso (radica en el Campamento_hospital Nùmero 29, en la frontera con la India), Yosvany Santiso (en el numero 17, fronterizo con China) y Dionisio (en el campamentos de refugiados de Kampur, en el bajo Himalaya), a todos los unen fuertes lazos profesionales y de hermandad.

Se pone de manifiesto la ternura del protagonista de esta historia en el más reciente correo electrónico a su madre, víspera del fin de año, en el cual se desgarra ante un mundo y un sistema social tan distinto al que vivido en sus 25 años. La inmensa diferencia lo ha tocado hondo y de seguro, lo hará un ser humano superior:

"El 31 te deseo muchas felicidades, pronto estaremos juntos, te extraño, para el nuevo año, lo mejor del mundo, aunque la recompensa ya la tienes, me has hecho un hombre de bien, mi profesión me permite curar enfermos y cuando no lo puedo, al menos alivio el dolor. Aquí he aprendido numerosas cosas, he visto sufrimiento, miseria, todas estas calamidades, y muchas más me han hecho pensar y proponerme ser cada día mejor persona e intentar cambiar las cosas horrorosas del mundo, tanta desigualdad, miseria, niños sin hogar, con hambre, sin derecho a la educación, sin el amor de una familia..."

Martiniano Dionisio, el muchacho de baja estura, delgado y con rostro de niño, allá en las cercanías del nevado Himalaya, está creciendo su capacidad profesional, su sentido humanístico y la conciencia de ayudar desinteresadamente a los más necesitados y a su vez, ha marcado con el sello de Cuba los corazones paquistaníes.

IDANIA PUPO FREIRE
Foto: SHARMEEN OBAID

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