Hoy concluye la primera ronda de
conversaciones entre Cuba y Estados Unidos para proceder al restablecimiento de
relaciones diplomáticas bilaterales anunciado el 17 de diciembre por los
presidentes Raúl Castro y Barak Obama.
Conviene aclarar: las relaciones no han sido
restablecidas aún. Estas pláticas
debieran llevar a ese desenlace en un momento probablemente no lejano una vez
sean resueltos algunos obstáculos que lo impiden.
Cuba ha insistido en que el
restablecimiento debe estar basado en las normas del Derecho Internacional y de
la Convención de Viena, que promulgan, entre otros principios, los del respeto
recíproco a los sistemas económicos y políticos y la no injerencia en los
asuntos internos de los Estados.
El primer día de las conversaciones lo
ocupó el tema migratorio, sobre el cual se han realizado 38 reuniones
bilaterales y ofició mucho tiempo como casi el único canal de diálogo entre
ambas naciones. Allí se evidenciaron avances en cuanto al cumplimiento por
Estados Unidos de sus compromisos de otorgamiento de visas permanentes y el
aumento de las concedidas para visitas temporales así como los intercambios
entre los guardacostas de una parte y los guardafronteras de la otra pero
subsisten importantes discrepancias.
Cuba es el único país del mundo cuyos
nacionales son estimulados a emigrar ilegalmente hacia la potencia del norte,
donde no más pisar su territorio tienen derecho a recibir permiso de trabajo y
la residencia, en virtud de la Ley de Ajuste Cubano aprobada por el Congreso en
1966 y la política de pies secos-pies mojados aplicada por el Ejecutivo en
violación de los acuerdos migratorios bilaterales. La delegación cubana rechazó
la sistemática promoción por Estados Unidos de deserciones de médicos y personal de salud cubanos en
misiones de cooperación internacional.
La Habana puso en práctica hace casi dos
años una apreciable flexibilización de su política migratoria que ha facilitado
enormemente los viajes y contactos de sus nacionales con el mundo y en
particular con Estados Unidos.
Hoy las conversaciones estarán dedicadas
a los pasos necesarios para el restablecimiento de relaciones a nivel de
embajadas y a asuntos de interés bilateral. En este tramo las delegaciones
estarán presididas por Roberta Jacobson, secretaria asistente para el Hemisferio
Occidental del Departamento de Estado –la funcionaria estadunidense de mayor
rango en visitar Cuba desde los años 70-
y Josefina Vidal, directora general de Estados Unidos de la cancillería
cubana, ambas curtidas diplomáticas.
Un problema en este tema es que la sede
de Cuba en Washington hace casi un año que no dispone de cuenta bancaria como
consecuencia del recrudecimiento del bloqueo, situación que debe solucionarse
para que Cuba pueda abrir una embajada. Igualmente inverosímil para restablecer
relaciones es el hecho de que La Habana continúe integrando la arbitraria lista
estadunidense de países patrocinadores del terrorismo. Es de esperar la pronto
solución de ambas situaciones, totalmente en manos del Ejecutivo.
Debe quedar claro, como apuntó un alto
funcionario de la cancillería cubana, que una normalización de relaciones entre
los dos países está todavía lejos y exigiría el levantamiento del bloqueo.
Las medidas anunciadas por Washington el
16 de enero son positivas tanto para Cuba como para Estados Unidos. Implican un
incremento importante de las remesas, facilitan los viajes de estadunidenses y
aumenta el gasto que pueden hacer aunque no autorizan el turismo a la isla. No
obstante que el levantamiento del bloqueo es facultad del Congreso cabe suponer
que el presidente Obama, en uso de sus prerrogativas, proceda a desmantelar
numerosas restricciones que aún dañan severamente la economía cubana.
En la agenda cubana está también la
exigencia de indemnización de los multimillonarios daños causados por el
bloqueo, una medida condenada por el mundo entero contra la que Cuba mantiene
una demanda en sus tribunales. Cuba también propone a Estados Unidos
conversaciones sobre derechos humanos en pie de igualdad.
No obstante los obstáculos que quedan y
las insuperables discrepancias que caracterizan la relación bilateral, si el
diálogo entre Washington y La Habana se tradujera en un cambio realmente
sustantivo de política hacia Cuba sería un gran paso de avance, no solo para
mejorar la vida en la isla sino para distender el crispado clima de relaciones
de Washington con América Latina y el Caribe.
Por: Ángel Guerra
Cabrera
Twitter:@aguerraguerra
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