“Por instinto de conservación, por instinto de perpetuación de
nuestra raza, de nuestros intereses, sencillamente, tenemos que unirnos y
empezar predicando la idea. Y con la palabra la acción, y, si es
posible, más hechos que palabras”.
La frase pudiera ser tomada de uno de los documentos que justifican la creación de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac),
que dentro de unos días celebrará en La Habana su segunda cumbre, sin
la presencia de Estados Unidos y Canadá, luego de doscientos años de
parto desde Bolívar hasta Chávez.
Pues no, la idea fue expresada por el Jefe de la Revolución cubana hace 55 años, precisamente en Caracas, adonde acudió en su primera visita al exterior, el 23 de enero
de 1959, tras haber encabezado exitosamente la lucha insurreccional
que derrocó a la tiranía de Fulgencio Batista el primero de enero de
ese año.
¿Por qué fue Fidel a Venezuela, solo 15 días después
de entrar con sus guerrilleros a La Habana, oliendo aún a pólvora y
monte de la campaña libertaria que tantas vidas y sacrificios había
costado? ¿Por qué, con tantas tareas pendientes para empezar a construir
un país digno, independiente y próspero, donde imperase la justicia
social prometida desde Martí y escamoteada por los politiqueros de turno
con el contubernio de los amos del Norte?
A la patria de Bolívar fue el joven Comandante en Jefe de la patria
de Martí en busca de la unidad y solidaridad de Nuestra América,
anticipándose a lo que los enemigos de la Revolución ya pretendían: la
desunión interna de Cuba, primero, y con sus hermanos
del continente, después, para así frustrar una vez más los sueños de
independencia que motivaron las luchas de varias generaciones de
cubanos.
En el contexto de entonces, el viaje concretaba una estrategia
revolucionaria de enfrentar las calumnias y mentiras contra los primeros
pasos del proceso de justicia que asumía el país: los juicios
debidamente instalados contra los criminales de guerra que tenían deudas
de sangre con revolucionarios y familias humildes, muchos de cuyos
hijos habían sido asesinados impunemente y desaparecidos sin causa
previa.
Para dar esta pelea contra los monopolios extranjeros de la
información y sus voceros cubanos, aún con los medios en poder de la
burguesía nacional (antipatria en su mayoría), Fidel concibió emplear
dos armas fundamentales: el empuje arrollador del apoyo del pueblo y
ganar la opinión pública internacional con la defensa de la verdad, sin
temer a la perniciosa penetración de las cadenas de periódicos, agencias
de prensa y televisoras, acostumbradas a desatar guerra de epítetos
contra los procesos reivindicadores de soberanía y justicia social.
Correspondiendo a este plan ofensivo, convocó a una gigantesca
concentración el día 21 de enero frente al Palacio Presidencial en La
Habana, que reunió a más de un millón de compatriotas y en la que estos,
en las voces de representantes de organizaciones sindicales,
estudiantiles, de profesionales, dieron su apoyo a la continuación de
los juicios contra esbirros y asesinos de la tiranía derrocada.
Ese propio día y el siguiente (22 de enero) se desarrolló la Operación Verdad
como parte de la ofensiva estratégica, que movió hacia el país
alrededor de 400 periodistas extranjeros, parte de los cuales provenían
de 20 ciudades importantes de Estados Unidos, y de otras de Europa.
Esos comunicadores entraron en contacto directo con los juicios que
se celebraban en La Cabaña y en otros lugares de la capital, además de
recibir los testimonios directos de la población sobre la justicia de
tales procesos.
Como aspecto central de la mentada Operación, el Comandante en Jefe
ofreció una conferencia de prensa en el Hotel Riviera, en la cual
respondió a todo tipo de preguntas con la premisa de que la prensa del
continente debía estar en posesión de la verdad para no ser víctima de
los monopolios y de las campañas organizadas desde las esferas de poder
de Washington, en defensa de los criminales y delincuentes escapados y
acogidos en territorio norteamericano.
LA SOLIDARIDAD DEL CONTINENTE
La otra pieza a mover era la comprensión de los pueblos hacia la
Revolución triunfante en Cuba, de la cual había habido muestras
fehacientes durante la guerra, con la llegada a la Sierra Maestra de
armas, combatientes y apoyo en propaganda desde distintos países.
Venezuela se había destacado en la solidaridad con
la mayor isla del Caribe, más aún luego del derrocamiento del régimen
dictatorial de Marcos Pérez Jiménez, como resultado de una rebelión
cívico militar que tenía entre sus líderes al contralmirante Wolfang
Larrazabal y al dirigente político Fabricio Ojeda.
El 23 de enero de 1959 se cumplía, precisamente, el primer año de
aquel proceso que impactó favorablemente en otras naciones del
continente y estimuló la lucha contra las satrapías existentes en varias
naciones, Cuba entre estas.
Apoteósico recibimiento tuvo el Jefe de la Revolución desde su
llegada al hermano país, cuya naturaleza andina evocaba en su mente la
gloriosa epopeya por la emancipación y la unidad del continente.
“…Este recibimiento que se le tributa no a un hombre, sino a un
pueblo, no a un mérito, sino a una idea, este homenaje desinteresado a
quienes no han hecho sino recibir favores de ustedes, este homenaje que
se le rinde a una idea justa, a una causa justa, a un pueblo hermano,
este homenaje es el favor más emotivo y el favor más grande que en
ninguna circunstancia pueda haber recibido nuestro pueblo”, expresó
Fidel, emocionado, en el acto de acogida que se le dio en la Plaza Aérea
del Silencio, apenas llegado al país.
Allí explicó la estrategia de la Revolución, de enfrentar las
calumnias de los enemigos con la verdad de los hechos que estaban
ocurriendo en Cuba y afirmó que el respaldo masivo del pueblo era el
“mentís más rotundo que se les podía dar a los calumniadores y a los
eternos detractores de nuestros pueblos, a los que consideran pueblos
mezquinos y pueblos indignos”.
En palabras que hoy pudiesen considerarse proféticas,
Fidel señaló que a la patria de Bolívar le correspondía anticipar
esfuerzos para lograr que algún día los sueños del Libertador se
hiciesen realidad.
“Ojala que el destino de Venezuela y el destino de Cuba y el destino
de todos los pueblos de América sean un solo destino, ¡porque basta ya
de levantarle estatuas a Simón Bolívar con olvido de sus ideas, lo que
hay que hacer es cumplir con las ideas de Bolívar!”, expresó.
Convencido de que los esfuerzos por la justicia solo pueden conducir a
los éxitos colectivos de pueblos hermanados por la historia si se
concatenan y corresponden unos con otros, sentenció:
“Si la unidad dentro de las naciones es fructífera y es la que
permite a los pueblos defender su derecho, ¿por qué no ha de ser más
fructífera todavía la unidad de naciones que tenemos los mismos
sentimientos, los mismos intereses, la misma raza, el mismo idioma, la
misma sensibilidad y la misma aspiración humana?
“Si queremos salvar la libertad de cada una de nuestras sociedades,
que, al fin y al cabo, son parte de una gran sociedad, que es la
sociedad de Latinoamérica; si es que queremos salvar la revolución de
Cuba, la revolución de Venezuela y la revolución de todos los países de
nuestro continente, tenemos que acercarnos y tenemos que respaldarnos
sólidamente, porque solos y divididos fracasamos.”
Rindiendo justo homenaje a Simón Bolívar, luchador por la unidad
geográfica y política de nuestros pueblos por encima de obstáculos
naturales y de las mezquinas y estrechas ambiciones personales, Fidel
anticipó el papel que correspondería a la patria del Libertador en
lograr la unidad de nuestros pueblos. “¿Y quiénes deben ser los
propugnadores de esa idea? Los venezolanos, porque los venezolanos la
lanzaron al continente americano, porque Bolívar es hijo de Venezuela y
Bolívar es el padre de la idea de la unión de los pueblos de América”,
añadió.
Cuba, como expresó en aquella ocasión Fidel, trabajó desde entonces
para lograr la concreción de la unidad de pensamiento y acción de los
pueblos de nuestro continente, con respeto a las características y
decisiones de cada país, hermanados en las aspiraciones de
independencia, justicia social y desarrollo.
Y cumplió y seguirá cumpliendo con la palabra empeñada aquel 23 de
enero, ahora con el concurso renovador de la Venezuela chavista y de los
procesos que aportan cada una de las naciones incorporadas a las
transformaciones progresistas de nuestro continente.
“Solo prometo a este pueblo bueno y generoso, al que no le he dado
nada y del que los cubanos lo hemos recibido todo, hacer por otros
pueblos lo que ustedes han hecho por nosotros”.
Por Frank Agüero
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