El dolor de Guillermo Avilés

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miércoles, enero 08, 2014

Bailarina emigrante en casa propia

Vive en Ciego de Ävila y es una primera figura de la danza
Laurita emigró de niña en pos de un sueño, como tantos cubanos. Pero a diferencia de la mayoría, su ilusión solo la llevó a cruzar fronteras provinciales. Eso sí, como todo emigrante, se entregó a una vida de sacrificios y extrañezas. 

La “infiltrada” de Ciego de Ávila nunca perdió de vista el sueño y hoy el nombre de Laura Rodríguez despierta admiración en las provincias donde ha podido probar su gran talento de bailarina clásica. Probablemente, fuese más notorio si integrara el Ballet Nacional de Cuba (BNC), pues los medios de prensa dedican mayores espacios a esta compañía que a cualquier otra del país, pero el Ballet de Camagüey (BC) tuvo la suerte de atraerla.


“Como llevo mi vida completa en el ballet, ya se puede decir que soy más camagüeyana que avileña. Mi mamá es una bailarina frustrada, le gustaba mucho la danza y me sembró ese bichito en el cuerpo. Desde niñita me ponía instrumentales de la radio y empezaba a bailar hasta que un día yo me puse a bailar junto con ella”, cuenta la actual solista del Ballet de Camagüey.


Laurita, la bailarina avileña
A esa provincia central de la isla llegó porque en Ciego de Ávila no existía academia de arte, así que viajó para hacer las pruebas en la escuela vocacional de Camagüey, donde al igual que en La Habana hay un potente desarrollo del ballet. Allí estudió los dos niveles educativos correspondientes a la carrera: 5 años de vocacional y 3 de medio, hasta convertirse en profesional, y no solo del ballet sino además de los viajes por carretera Ciego-Camagüey, Camagüey-Ciego.

“De verdad pasé muchos años becada y viajando entre provincias. Todavía mi familia vive en Ciego de Ávila y yo no puedo ir a verle todos los fines de semana porque mi trabajo me roba días para funciones”, dice con su natural serenidad que deviene carta de triunfo en escena y que no la hace parecer apagada pues Laurita transmite un dejo chispeante tanto en el lenguaje verbal como en el corpóreo.

Dueña de una figura de las bien proporcionadas, con lindas líneas de piernas, la solista cautiva a primera vista por su belleza física. Las extensiones naturales y un prodigioso eje la convierten en una bailarina inmedible. Con ella nadie puede anticipar el número de giros en una variación o en una coda, pues sus condiciones alcanzan para burlar límites.


En una clase magistral
¿A dónde podría llegar esta dotada? La respuesta podría ser común para casi todas las bailarinas del universo, depende en gran medida de la valentía de la artista para administrar con inteligencia sus condiciones y llevarlas a la madurez, que en la danza no es solo técnica, porque precisa además de un desarrollo en lo teatral. Solo el tiempo dirá.

De estudiante, Laura bailó los protagónicos de Coppelia, Paysant (fragmento dentro del ballet Giselle), La Fille mal gardée, Chaikovski pas de deux y Majísimo, entre otras coreografías. En aquella etapa sumamente competitiva descubrió a su ideal de bailarina: la cubana Lorna Feijóo, ex primera figura del BNC, actual artista principal del Ballet de Boston, en Estados Unidos.

“A mí me preparaban para un concurso internacional de estudiantes que se celebraría en la Habana cuando el maestro Fernando Alonso visitó la escuela de Camagüey y me vio un ensayo del pas de deux de Paysant, en versión de la Scala de Milán. No había forma de que esa obra al profe le cuadrara para mí y me propuso buscar otro ballet, pusimos un video al azar y el primero en aparecer fue Chaikovski bailado por Lorna. Esto es una señal, me dijo, este es el pas de deux que tú vas a hacer. Cuando yo vi aquello: ¡mi madre!”, exclama con aspaviento esta chica de 22 años de edad que recién comienza a crecer y nunca alardea de sí misma.

“Me estudiaba Chaikovski por el video de Lorna y decía: uaho, qué va, para yo llegar ahí me falta mucho. Ella siempre ha sido mi ideal. Sus brazos, sus piernas, hay que mirarla”, asegura y baja el tono de voz para relatar que con aquel pas de deux en el concurso de 2008 ganó la medalla de oro. No cuenta, pero consta en actas oficiales, que dos años antes había conquistado esa misma presea en la primera categoría del evento, la dispuesta para niños.

Como miembro del BC, Laura ha bailado en Ecuador, Francia y Alemania, pero cuando le preguntan por escenarios difíciles dispara respuesta fulminante. “La Habana, siempre. Allí hay un público que realmente sabe de obras de ballet y a uno le da como una cosquillita cuando baila para ese público. Por suerte siempre que lo he hecho los resultados han sido bastante buenos”, suspira.

La temporada de 2013 en la capital cubana tuvo matices desafiantes pues le dio la oportunidad de interpretar el pas de deux del tercer acto de El lago de los cisnes, conocido mundialmente por el epíteto del personaje protagónico, el cisne negro. Muchosballetómanos aún recuerdan con agrado aquellas funciones.

Para Rodríguez cada asignación en la compañía camagüeyana ha sido una dicha, La fille mal gardée, el Grand pas de Paquita, distintos pas de deux del repertorio clásico como Arlequinada y la reciente puesta de Don Quijote, en versión coreográfica del cubano Gonzalo Galguera, director del Ballet de Magderburgo en Alemania.

El estreno en Cuba de esta coreografía en diciembre de 2013 estuvo a cargo de los solistas Laura Rodríguez y Oscar Valdés, quienes ya habían bailado el pas de deux del tercer acto una semana antes en galas artísticas celebradas en la oriental provincia de Holguín a fin de agasajar y compartir con el gran bailarín ruso Vladimir Malakhov.

El gravamen técnico de Galguera no deslució a ninguno de los jóvenes, pese a enfrentarlos a un orden y número de pasos muy distinto al acostumbrado. El público de danza percibe fácilmente las distinciones de esta nueva propuesta para el popular clásico. Rodríguez y Valdés la pasean con entrega de coleccionistas pues aquí no basta con salir airosos en unos movimientos, cada escena mezcla complejidades propias y solo la concurrencia de múltiples detalles construye el virtuosismo.

Presa de un arrebato por retener la memoria gráfica de sus presentaciones en Holguín, Laurita vertió lágrimas frente al ómnibus que no podía esperar al novio en camino con una flash para copiar aquellas trazas de recuerdos. Los videos con tales remembranzas estaban en manos de periodistas que precisaban llegar a La Habana ese mismo día. La sensibilidad de la joven conmovió a los corazones que la rodeaban. En el fondo, todos adivinaron que los materiales no tardarían en emigrar por alguna vía hasta dar con la dueña. Si impone el mismo frenesí a todas las aspiraciones, su carrera seguramente anda por el prólogo, camino a muchas provincias.

Por: Martha Sánchez.
Fotos: Yuris Nórido Ruiz Cabrera
www.oncuba.com

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