El dolor de Guillermo Avilés
lunes, abril 17, 2006
PARA QUE LA HISTORIA NO SE REPITA
El avileño Roberto León Belén el pasado 14 de febrero estremeció las fibras sentimentales del equipo médico involucrado en extracción de órganos en el hospital provincial. Una de sus hermanas, producto de una hemorragia cerebral, cayó en muerte encefálica y, al solicitarle a la familia la donación de sus órganos, él reaccionó de inmediato y, tocándose el corazón, dijo con absoluta convicción:Sí, debemos aceptar porque todavía llevó aquí el dolor de haber perdido a un ser querido que pudo salvarse.
Los allí presentes no conocían el drama de este hombre, su historia personal que cuatro años atrás cegó su felicidad. Ahora Roberto aceptó revelarlo, como singular testimonio:
Mi primer matrimonio era feliz; mi esposa padecía de insuficiencia renal crónica, enfermedad que iba sobrellevando con los tratamientos de hemodiálisis que se hacía en Morón, pero sabíamos todos los detalles de ese proceso y la necesidad de realizarle un trasplante de riñón que le alargarían su vida.
En una oportunidad —cuenta—, fuimos a Camagüey porque nos avisaron de un posible injerto, pero al hacerle las pruebas de rigor, no había compatibilidad entre ella y el órgano donado y regresamos a casa apesumbrados.
Después la llevé a Ciudad de La Habana, al Instituto de Nefrología, en busca de mayores recursos porque había comenzado a deteriorarse mucho, pero tampoco hubo solución, no había donación de un órgano renal compatible. Al regresar a Ciego de Ávila la que fue mi esposa empeoró por el lógico curso de la enfermedad, hasta que falleció hace cuatro años, cuando ella tenía solo 31 de edad y dejó un niño.
¿Qué resorte movió a este hombre a instar a su familia para donar los órganos de alguien tan querido para él como una hermana?. Además de su drama personal, Roberto León conoce bien la consecuencia de este gesto.
La familia estuvo de acuerdo porque supimos que habían pacientes en Cuba esperando por órganos para continuar viviendo a diferencia de nuestra hermana, quien ya no tenía salvación.
Si alguien va a morir inevitablemente, ¿por qué no donar sus órganos, si estos van a parar a un crematorio o a la nada? Sería un egoísmo negárselos a otra persona para que continúe
viviendo, siendo útil.
El ejemplo de altruismo y solidaridad de Roberto, su familia y todo aquel que ha dicho SÍ ante una petición de órganos, debe ser conocida y reconocida por la sociedad.
La donación, extracción y trasplante de órganos, decididamente, es acto de seres humanos superiores.
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