Este es el testimonio acusador del
profesor Mario Salas, quien en 1996 vio en dos oportunidades al mercenario
asesino, paseándose impunemente por las calles de El Salvador.
Por la vigencia e importancia del
testimonio, reproduzco hoy la anécdota del entrenador de béisbol Mario Salas,
quien falleciera víctima de una dolencia cardiaca, cuando cumplía otra
colaboración deportiva en Venezuela.
EL RELATO
Una mezcla de sentimientos, pero
sobre todo de indignación, envuelve al profesor Mario Salas Inerárty al saber
que el notorio terrorista y asesino Luis Posada Carriles goza de libertad e
impunidad en los Estados Unidos, como viene denunciándolo por estos
días el Comandante en Jefe Fidel Castro.
De inmediato Salas movilizó sus recuerdos, pues él laboró en carácter de asesor y entrenador de béisbol en El Salvador de 1995 al 1998, como parte de la colaboración que Cuba ha ofrecido a la nación centroamericana y allí él vio al horrendo personaje.
YO VI AL ASESINO DOS VECES
Una tarde —cuenta Salas—, en 1996, viajaba en un auto de la Federación de béisbol de El Salvador rumbo a los estudios de televisión del Canal 10, donde concedería una entrevista. Esta institución queda frente a la Embajada de Estados Unidos en San Salvador y al pasar por allí el chofer me señala a un hombre que descendía de un auto estacionado en el parqueo de la sede diplomática y me dice: “Ese es Luis Posada Carriles.” Yo solté una palabrota, me llené de ira y recordé lo mucho que sufre mi pueblo por sus monstruosos crímenes.
El entrenador deportivo, residente en la ciudad
cubana de Ciego de Ávila recuerda la aborrecible estampa de Carriles, vistiendo
camisa blanca de mangas largas, corbata y pantalón oscuro, ropa cara que vestía
para visitar la madriguera de quienes le pagan para asesinar.
Después de ese día volví a ver
a Posada Carriles en una ferretería de la zona comercial de San Salvador.
Siempre andaba acompañado de una comitiva formada por dos autos de lujo, y se
movía con impunidad por ese país, a pesar de estar acusado por tribunales
internacionales por crímenes como el sabotaje a la nave de Cubana, en 1976.
En El Salvador, acota
Salas, todo el mundo lo conocía, a lo que él se dedica y por su verdadero nombre, no por Franco
Rodríguez Mena, como constaba en un pasaporte falso, por eso indigna que el
presidente salvadoreño Francisco Flores hubiera negado en el año 2000, en la X Cumbre Iberoamericana,
la residencia en su país y las actividades a que se dedicaba el terrorista
Posada Carriles.
Como antes se movía con plena libertad por El Salvador, ahora quiere hacerlo por territorio norteamericano.
En experimentado pedagogo deportivo concluye su relato con una enérgica afirmación, la cual resume con anhelo de justicia:
Los cubanos no queremos venganza. Los cubanos pedimos JUSTICIA.
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