El día que lo conocí como a un amigo más.
Un día a fines d e los 80, estaba en casa de los afamados fotógrafos
Mayito García Joya y Marucha la entonces la directora de la Fototeca de
Cuba en 19 y 24 en El Vedado. Nos habían invistado a mi esposo, Abelardo
Rodríguez (también fotografo destacadadísimo, ya fallecido) a un
almuerzo con el Gabo.
Mientras esperábamos por él Marucha, su
esposa Mercedes y yo conversando de esto y lo otro,comiendo aceitunas;
cuando sentimos un choque muy grande fuera. Mercedes se asustó pensando
en el Gabo que estaba por llegar, pero enseguida lo vemos entrar por la
puerta, muy conmovido. ¿Qué pasó? Fue la pregunta de todos. El nos dijo
que había sido un accidente en la misma esquina de 19 y 24, que no había
habido ni heridos pero sí el accidente había producido lo que él
consideró una gran tragedia, en los momentos que vivíamos.
Resultó que en la moto accidentada viajaba un matriomonio y su perro con
todo el avituallamiento para la fiesta de sus jimaguas. después del
accidente: el cake hermoso y azul por los aires, los bocaditos papilla
en el suelo, yo crero que hasta el perro voló. Aquel hombre, Premio
Nobel de Literatura abrazó aquella situación con un sentimiento de
solidaridad humana excepcional.
Me pidió a mí y a la esposa de
otro fotografo que fuéramaos a consolar al matrimonio y a decirles que
iba a hacer lo posible porque al menos el cake apareciera. Cuando fuimos
a ver a la pareja, no podían creerme que él fuera quen le resolvería el
cake para el octavo cumpleaños de sus gemelos y así fue, hizo unas
llamada y en breve un carro de Protocolo trajo el cake solicitado para
que un par de niños cubanos pudieran tener su cake de cumpleaños después
de que se fuera a bolina el que sus padres habían conseguido, según el
gran escritor, "seguro con mucho sacrificio y trabajo"
Tras el
accidente en el que no hubo heridos, sí una moto algo descentrada, esos
gemelos cubanos, que hoy han de ser jóvenes, recordarán que el cake de
su octavo cumpleaños se los regaló Gabriel García Márquez, después que
sus padres pedieran elque habían mandado a hacer en el accidente.
Después con gran satisfacción por el deber cumplido se comió un gran
plato de yuca con mojo que al parecer lo deleitaba.Sirvan estas palabras
para reconocer, cuando ya no está con nosotros, al hombre que hubo tras
el gran escritor de Cien Años de Soledad.
Por: Orieta Cordeiro Gonzàlez Ferregut
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