El movimiento de masas contra el golpe de Estado en Honduras logró consolidarse en diez meses de lucha como una fuerza política nacional de primera magnitud, capaz de proponerse una importante transformación social y política del país. Enfrentado a una creciente represión y a la demagogia de Lobo, nueva cabeza visible del golpismo impuesta por la farsa electoral, el Frente Nacional de Resistencia Popular(FNRP) ha conseguido enrolar a las más diversas fuerzas sociales y pueblos –incluyendo indígenas y afrodescendientes-, elevar apreciablemente la conciencia política de sus integrantes y mantener sus posiciones de principio unidas a una táctica flexible, que le permite avanzar en condiciones muy adversas en la batalla política que tiene por delante.
La resistencia se creció ante la compleja y traicionera situación creada por la secretaria de Estado Clinton al imponer la mediación de su compinche Oscar Arias para consolidar el golpe, hasta ese momento rechazado frontalmente por
La elite imperial de Estados Unidos y la oligarquía nativa nunca imaginaron la chispa que haría estallar en la conciencia del pueblo la sensibilidad y compromiso sociales aflorados en un terrateniente como Zelaya, llegado a la presidencia dentro de las antipopulares reglas del sistema político hondureño pero en una época latinoamericana políticamente telúrica. Tampoco les pasó por la mente la radicalización y redoblamiento de la voluntad de lucha que alentaría el golpe de Estado en los sectores populares. Calcularon que la resistencia duraría si acaso unos días o semanas y que se iría desmoronando en la medida que se consolidara el golpe. Recuerdo haber leído honestos análisis antigolpistas procedentes de Honduras inmediatamente después del cuartelazo, que ponían en duda las posibilidades de mantener la lucha más allá de unos días.
Y es que resistir al régimen de fuerza parecía la maldición de Sísifo. Ha exigido a los integrantes del FNRP batirse contra una oligarquía singularmente cerril y egoísta, con su enorme poder económico, su ancestral hegemonía cultural y el terrorismo político que le facilita la propiedad de los grandes medios de difusión, desafiar -a riesgo de ser apaleados o asesinados- la represión de un Ejército y fuerzas de seguridad serviles al imperio y de progenie emblemáticamente antipopular. Todo esto en un país sumamente empobrecido por el expolio oligárquico e imperialista, cuyo presupuesto depende mucho de las contribuciones de Washington, que mantiene allí una base militar célebre por su injerencia en los asuntos internos.
En varias marchas recientes a lo largo del país el FNRP lanzó la consigna de recoger dos millones 500 mil firmas exigiendo la convocatoria a una asamblea constituyente para el 28 de junio, primer aniversario del golpe. Es una tarea que ya está en marcha y demanda un gigantesco trabajo político y organizativo pero no parecería haber nada más importante para continuar construyendo contrapoder que la denuncia de
El FNRP marchará el 1 de mayo con dos exigencias vitales para fortalecer la democracia en nuestra América: garantías para el regreso de Zelaya y convocatoria a
Ángel Guerra Cabrera
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