Por IDANIA PUPO FREYRE
“El libro es fuerza, es valor, es alimento, es antorcha
Rubén Darío.
¿Qué extraño misterio hace que tantas y tantas personas se arremolinen en tornos a librerías, kioscos y sitios de venta?
Todos intentan pleitear un puesto en la larga fila que conduce a los vendedores del preciado tesoro.
Hay cantidad y variedad de joyas, autorías de conocidos orfebres cubanos y extranjeros, y también de novicios. Cada alhaja tiene su propio valor.
Tan codiciadas piezas son hechas de papel, cartón y cartulina. Abarrotan calles y locales en una gran fiesta popular denominada Feria del Libro, que cada año anima por unos días el quehacer de ciudades y pueblos.
Cuba vibra ahora con el jolgorio de las letras. No importa que estemos en la era de la digitalización, en la cual periódicos, revistas y libros circulan por toda la red de Internet para que millones de personas los lean en un monitor, lo cual no ha hecho perder el encanto por las letras sobre el papel y el libro sostenido entre las manos.
Leer es ampliar las referencias que tenemos del mundo, entrar en contacto con el prodigio de la creación intelectual, con otros seres humanos, otras épocas, con lugares distantes y algo más cercanos de nuestra geografía.
Leer es un ejercicio mental que expresa y sostiene la cultura de una nación, su fuerza espiritual y sus valores, su capacidad de resistencia y desarrollo.
Asombra a los visitantes extranjeros que estas ferias se conviertan en una explosión de pueblo y que las ventas sean tan altas, evidencia de que el cubano sigue siendo un excelente lector de libros.
Para ello Cuba, a través de su proyecto social, propició en la década del 60 una Campaña de Alfabetización, con la cual la población aprendió a leer. Entonces Fidel sentenció: “no le decimos al pueblo cree, si no lee”.
Una basta producción editorial que incluye los mejores exponentes de la literatura universal y nacional, precios asequibles en comparación con el valor de los libros en el mundo, y lectores cada vez más ávidos, han propiciado que la lectura sea una de las preferencias generalizadas en los cubanos, con la cual han ganado cultura general, política, artística, científica y también recreación sana e instructiva.
Muchas virtudes y beneficios se le atribuyen al buen hábito de leer: la lectura ayuda al desarrollo y perfeccionamiento del intelecto, mejora la expresión oral y escrita y hace el lenguaje más fluido, además, aumenta el vocabulario y perfecciona la ortografía.
Da facilidad para exponer el propio pensamiento y posibilita la capacidad de pensar; es una herramienta extraordinaria de trabajo intelectual ya que pone en acción las funciones mentales agilizando la inteligencia, de ahí su relación con el rendimiento escolar.
También aumenta el bagaje cultural; proporciona información, conocimientos. Cuando se lee se aprende y se amplían los horizontes del individuo, permitiéndole ponerse en contacto con lugares, personajes reales y de ficción y costumbres lejanas a él en el tiempo o en el espacio.
Nada tan adecuado para calificar la utilidad de la lectura como el decir del poeta James Russell Lowell: “los libros son como las abejas que llevan el polen de una inteligencia a otra”.
De ahí que Cuba, con cada edición anual de
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