Hay mirada que
transmiten sentimientos especiales, profundos, perdurables.
Mirar a un niño
enfermo siempre conmueve, pero si se trata de un contagiado con el virus de la COVID-19, entonces la
sensación es mucho más fuerte.
Así le ocurrió a Reinier
Saavedra Sotolongo cuando a través de los cristales, en una sala de terapia
infantil, sus ojos se cruzaron con los de un bebé, de sólo ocho meses de nacido
y de inmediato se estableció una conexión entre ambos.
El pequeño Oliver Venegas
Sánchez trascurría el curso de la
terrible enfermedad provocada por el virus SARS-CoV-2 en una sala habilitada
como una Unidad de Terapia Intensiva Pediátrica del hospital provincial de Morón.
Por suerte su estado no era grave, pero igual tenía estricta vigilancia médica de su evolución y el tratamiento indicado. Se mantenía con toda su vitalidad y curioso al haber un entorno distinto al de su hogar, en el poblado de Ranchuelo, municipio Chambas.
Reinier Saavedra no
es médico ni paramédico. Él es trabajador del Turismo y artista de la plástica
de academia. ¿Qué hacia allí, entonces?
Pues como ante la
presencia de la COVID-19 en Cuba, se cerró el hotel Gran Muthu Imperial, de
Cayo Guillermo, en el polo turístico Jardines del Rey, donde él trabaja, el
joven aceptó una propuesta de ayudar en tareas de servicio en el hospital de su
localidad.
Fue así que pasó
varios días, sin salir de allí, en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos
de la institución hospitalaria moronense.
Su labor fue muy
destacada en tareas de limpieza, traslado de ropa sucia y limpia, electricista,
informático y cualquier ayuda necesaria.
Vestido con la ropa
de bioseguirad que se utiliza en esta pandemia, muy protegido, sólo sus ojos
quedaban libres del atuendo verde.
Un día, mira a través
del cristal hacia adentro del recinto de niños ingresados y de pronto sus ojos
se encuentran con los de Oliver y fue como un flechazo. La ternura e inocencia
del bebé conmovieron al joven.
Desde entonces el
pequeñín con frecuencia lo buscaba con la mirada y siempre le sonreía. Aún no
sabe hablar, no podía expresar con palabras su simpatía por Reinier, pero su mirada le transmitía sentimientos que
eran correspondidos.
La conexión entre
ambos llegó al extremo de hacer que el pintor
retomará su arte, y cartulina y lápiz en mano, pintó al chiquitín,
“No paré de dibujar,
un boceto o retrato rápido…, cuando pase todo esto quiero volver a verlo”,
dijo.
Fue un lindo regalo,
un recuerdo que perdurará y un día
Oliver conocerá la historia y agradecerá el gesto.
Idania Pupo Freyre
Reinier dibujó a Oliver |
Oliver en brazos de su mamá ya de alta va para su casa |
Yusneidys Sánchez, mamá del niño, en la despedida lleva la cartulina pintada por Reinier |
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