El cumpleaños de un pequeño es algo tradicional y nada tuviera de noticioso si no fuera porque quien cumplió años ayer lunes, es un niño especial.
Conocido como Bartolito, es una especie de Trofeo de la Medicina Avileña porque Lázaro Bartolo Santos González nació el 17 de diciembre del 2010 en el hospital de Ciego de Ávila con características de prematuro extremo (su mamá tenía sólo 26 semanas de gestación) y pesaba menos de dos libras (780 gramos).
Fue un caso difícil porque era un recién nacido con un organismo extremadamente inmaduro, con una supervivencia excepcional, aún en países desarrollados.
Durante muchos días se libró en la sala de Neonatología una intensa batalla contra la muerte para que este bebé sobreviviera.
Bartolito nació severamente deprimido (necesitado de oxígeno en los órganos vitales corazón, cerebro, intestino…), por lo que fue necesario intubación inmediata, con reanimación cardio pulmonar y su traslado a la sala de cuidados intensivos neonatales.
Y no fue solo el bajo peso la complicación de Bartolito, pues era también portador de una enfermedad de la membrana hialina, grado IV, que requirió la administración endotraquial de Surfacen (medicamento utilizado en el tratamiento de dicha enfermedad, de muy alto costo en el mundo), además de la ventilación mecánica durante varios días, aplicándosele el protocolo de intervención mínima para el recién nacido prematuro extremo, de muy bajo peso.
No faltaron recursos materiales ni sabiduría médica para atender a Bartolito, quien estuvo en estado crítico extremo gran parte de los meses de su estancia en el hospital provincial Doctor Antonio Luaces Iraola de la capital avileña.
Neonatólogos, personal de enfermería, técnicos de laboratorio, directivos del centro hospitalario…, fueron muchos los encargados de aportar su esfuerzo y conocimientos para que obrara el milagro de la salvación.
Ahora, además, cumple un año de ser sometido a un implante coclear que le permite oír y hablar, pues la cantidad de antibióticos y medicamentos que necesitó consumir para salvarse, le afectó su sentido de la audición.
El pequeñín asiste a una escuela especial para alumnos con dificultades auditivas, donde entrena su lenguaje; es vivaracho, inquieto, cariñoso y agradecido, pues sabe amar a quienes lucharon por su vida y hacen ahora de su existencia, un tránsito feliz y pleno.
Su existencia es motivo de felicidad familiar y orgullo de la medicina avileña, que prueba en cada jornada de trabajo la alta calificación profesional y la entrega humana de los trabajadores del hospital de Ciego de Ávila y del sistema de la Salud en Cuba.
Por: Idania Pupo Freyre
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