¡ISRAEL ESTA
ASESINANDO NIÑOS!
Desgarrador al punto de
las lágrimas y conmovedor al extremo de la más fuerte condena, es el genocidio
que Israel lleva por estos días contra el sufrido pueblo de Palestina.
Ataques aéreos y terrestres, metralla y
más metrallas, la población civil muere y el mundo clama justicia: ¡que cese la
repetida masacre israelita en la
Franja de Gaza!
Sufren y mueren cientos de personas, pero nada
conmueve tanto como las consecuencias que estas contiendas bélicas causan en
los niños.
EL mundo se desagarra ante la mirada impávida
de políticos mediáticos, millonarios, personajes famosos..., de congresos,
parlamentos, organizaciones mundiales..., también ante la atención y denuncia
de movimientos anti belicistas, religiosos, gobernantes sensibles, y personas
de alto sentido humanitario. Pero nada logra detener la creciente escalada de
violencia, la destrucción y la muerte.
Israel, potencia bélica, agresor a ultranza y
por la conquistas de tierras, reservas fluviales y petroleras, ejecuta por estos
días una de las masacres más condenadas contra Palestina.
Inunda de plomo y destrucción a la población
civil de la Franja
de Gaza, donde los niños mueren por la metralla, las enfermedades y el frío, ya
que los bombardeos indiscriminado destruyeron las redes eléctricas y de gas y
no existe servicio de calefacción, además, han cerrado las fronteras e impedido
que llegue a los palestinos la ayuda humanitaria de otros países, consistente
en medicamentos, alimentos, agua, mantas…. ¡Cuánta crueldad!
Vale
recordar que de una población de 1,5 millones de habitantes de Gaza, los niños
constituyen más de la mitad y se están llevando la peor parte de esta brutal
agresión.
Periodistas
de agencias noticiosas que reportan el genocidio israelí narran a diario desgarradores
testimonios de los civiles agredidos.
Por minuto
la cifra de la matanza masiva aumenta, la cual Israel glorifica e incluye
decenas de civiles asesinados, más de 20 niños inocentes, que no son
terroristas.
Ni las organizaciones mundiales, ni el clamor de millones de personas que piden el fin de las guerras, y las voces acusadoras de sus consecuencias, logran detener una delicada escalada bélica que amenaza al mundo con acabar con sus riquezas, con sus recursos naturales, con la humanidad y en especial, con la niñez.
Todo el sufrimiento derivado de los conflictos armados se acumula como especie de gigantesco monumento de denuncia ante el exterminio de los capullos de un inmenso rosal.
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