Sin refugio, alimentación, vestido y calzado, no existen las condiciones mínimas para filosofar o desarrollar el espíritu. Puede sonar un tanto burdo, pero en esencia es una verdad absoluta.
Por tanto, conocer al menos los rudimentos económicos es un deber de quienes sincera y honestamente se empeñan en transformar y hacer avanzar la sociedad, tanto en la Isla, como fuera de ella.
Y lo primero es comprender que la economía es una ciencia, con leyes e instrumentos propios, ajenos a las ideologías y las tendencias políticas, y que su violentación con buenas o malas intenciones, ya sea mediante erráticos métodos, voluntarismos y carencia de sentido de la realidad objetiva y subjetiva, conlleva graves consecuencias y tremendos riesgos.
Nadie puede vetar que uno más uno inobjetablemente siempre será dos, bien para el más encumbrado monopolista, como para el marxista más ortodoxo; bien para el más radical místico, como para el más acérrimo incrédulo.
Y la economía y su instrumental tienen precisamente esa característica de precisión matemática y de relación estrecha con la realidad concreta y tangible, que no pueden ser violadas so pena de enfrentar grandes y graves amarguras. Tan graves y grandes que implican incluso cambios en el curso de la historia.
Con ello insistimos en que para que cualquier economía funcione realmente y ponga sobre la mesa su real eficiencia y eficacia, tiene reglas elementales que cumplir.
Se trata, por ejemplo, de que las erogaciones no pueden ser eternamente superiores a los ingresos. Que existan ganancias. Que exista la posibilidad de, a partir de esa acumulación, generar nuevas fuentes de riqueza. Que el trabajo se constituya en el escalón primero de desarrollo individual y social, entre otros asuntos fundamentales.
Y logrados estos parámetros, otra cosa serán entonces las fórmulas de apropiación y distribución vigentes o necesarias, y que sí están íntimamente ligadas a la ideología y los principios políticos de cada sociedad.
De manera que se hace evidente que para crecer, ganar en cantidad y calidad, y contar con recursos suficientes, hay elementos económicos que no admiten adulteraciones ni sellos, y que son otras las variables que sí marcan las diferencias esenciales entre un sistema de producción y otro.
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