Por IDANIA PUPO FREYRE Foto: Archivo BC
Entre barras y espejos forja día a día sus sueños Ledian. Las barras le proporcionan fuerza y destreza; los espejos le devuelven su figura erguida, viril, artística.
Avileño de nacimiento y convicción, el joven Ledian Soto Rodríguez (8 de noviembre de 1985), vive una etapa importante de su vida, cuando comienza a despuntar como un buen bailarín de ballet, arte tan exquisito como difícil, porque exige poner en función de cada acción huesos, músculos, mente, sentimientos y sobre todo, corazón.
Siempre me gustó el ballet, me sentaba de pequeño ante la televisión a ver sus transmisiones y me llamaba la atención observar a las mujeres paradas en la punta de sus pies y los hombres cargándolas..., nada que me envolvió la magia de este espectáculo, confiesa mientras rememora el surgimiento de su amor por la danza.
Mi papá Hilario es Licenciado en Cultura Física, trabaja en la Dirección Provincial de Deportes y desde pequeño me llevó a practicarlos; estuve en judo mucho tiempo, pasé por baloncesto, voleibol, me preparé para entrar en la ESPA en bolos..., en realidad tenia condiciones y los entrenadores querían que yo me matriculara en sus disciplinas pero no me decidía a quedarme en ningún deporte.
Hubo un hecho específico que determinó el futuro de la vida de Ledian hacia el arte:
Por aquellos años había un furor de bailar vals en los cumpleaños 15 de las muchachitas y yo estuve en varias de esas coreografías; en esos trajines conocí una joven alumna de una escuela de danza y me entusiasmó para dedicarme a este arte; eso determinó mi vocación. Ya desde adolescente veía la danza como un oficio para mi.
Como los giros que da ahora sobre los escenarios han sido los giros de su vida:
Mis padres querían que yo hiciera la enseñanza media superior, pero dos días antes de entrar al preuniversitario decidí ir a presentarme a las pruebas en la Escuela Provincial de Instructores de Arte, aprobé y me fui..., allí en la especialidad de danza, me era muy fácil captar todo: la ejercitación, la técnica, la teoría, pero estuve solo un año en ese centro.
Resulta que un buen día vino la profesora Marta Iris Fernández, de la Escuela Nacional de Ballet, buscando talentos y me presenté a la prueba de aptitud tras la cual fui captado cuando ya tenía 15 años de edad. Mi suerte estaba echada. Sería bailarín.
Pero no fue nada fácil para Ledian, el esfuerzo fue colosal para en cuatro años cumplir el programa de ocho en la primera escuela de ballet de Cuba, reconocida mundialmente por la calidad de la formación académica que ofrece.
Cuando llegué allí el choque fue tremendo, mucho rigor, fue muy fuerte el sistema de estudios, la ejercitación diaria..., solo mi vocación pudo superar el agotamiento, la lejanía de la familia, la nostalgia del hogar, y lo dice convencido que el sacrificio comienza a fructificar ahora.
Él recuerda con agradecimiento el trabajo de sus profesoras desde la directora de la escuela Ramona de Saá, Martha Bosh, Normaría Olachea, Marta Iris, Amalia..., entre todas le ayudaron muchísimo, como siempre lo ha hecho su mamá Caridad, quien lo apoya y estimula día a día.
Al graduarme pedí ir a hacer mi servicio social al Ballet de Camagüey, que en diciembre cumple 40 años de fundada; me gustaba esa compañía y el 8 de septiembre del 2005 comienzo mi vida profesional, y lo dice que.
Cuando yo entro al BC estaban montando el clásico “La fille mal gardée”, y entro en el cuerpo de baile, pero a las dos semanas me eligen para sustituir a un bailarín enfermo que hacía uno de los roles protagónicos y así debuté profesionalmente en el teatro Principal, de Camagüey.
Y demostró tan convincentemente su calidad que en el próximo montaje, nada menos que Giselle, y para sorpresa de él, le dieron el Hilarión, un personaje muy difícil con mucha carga histriónica.
Bailando el Hilarión hice una gira de casi 40 funciones por muchas ciudades de Italia, a teatros llenos y con aceptación del público. A finales del año 2006 me presenté con el BC en varias ciudades de Colombia, cuenta Ledian y hay testimonio de ello con críticas muy favorables a su desempeño, que aún se encuentran en Internet.
Aunque aparece categorizado como solista del Ballet de Camagüey, el joven avileño ha hecho personajes propios de primer bailarín en el pas de deux Arlequinada, Majísimo, El lago de los cisnes y Giselle, entre otras y recuerda con agrado su Escamillo, en Carmen.
Del gozo del aplauso y las felicitaciones habla Ledian, quien también cuenta de momentos malos y lesiones:
El pasado año la compañía cumplió presentaciones en el Gran Teatro García Lorca, de Ciudad de La Habana —narra a manera de anécdota—, con un vistoso montaje de Coppelia y en un ensayo previo a las presentaciones, tropecé y me lastimé un dedo de un pie y así, con mucho dolor, bailé los días 8 y 10 de septiembre.
Le cuesta trabajo mantener su peso corporal y confiesa que, más que hacer dietas rigorosas, hace ensayos largos, se ejercita mucho.
Entre los personajes de los ballets clásicos que admite, le gustaría hacer, está uno muy singular:
Quisiera bailar el Alain, el tonto hijo de un rico productor de vino,. de “La fille mal gardée”, en sus tres actos.
Esta puesta del repertorio clásico es una combinación afortunada y deslumbrante de ballet y pantomima, de difícil interpretación.
En su debut en Ciego de Ávila, en el teatro Principal el pasado día 10, Ledian Soto impresionó a muchos con sus grand-jetés en una variación cargada de profundo lirismo y poética interpretación del Príncipe Sigfriedo ode El lago de los cisnes, que resultó ser por demás, conmovedor en el memorable adagio del segundo acto.
No parecía estar nervioso ni presionado. Tal vez danzó más ligero y seguro que nunca.
Los aplausos del público lo premiaron y le reconocieron, más que su calidad, los muchos recursos que le quedan por explotar en un futuro que se avizora pleno de éxitos.
En el recorrer de telones y escenarios, de giros y balances, de personajes y coreografías, de aplausos y críticas, Ledian tiene sueños.
¿Mi sueño?: llegar a bailar cada día mejor, bailar perfecto.