Camina muy erguido, con paso firme y rápido, lo cual le permite a Osvaldo
Monzón Águila disimular sus 100 años de edad.
Y no sólo por eso. También tiene una mente muy lúcida, un comportamiento
tan correcto, que junto a una notable actividad física, niegan su condición de
centenario.
Ha vivido siempre en la provincia de Ciego de Ávila, de padres y abuelos
cubanos, gente de campo que lo crió como hombre de bien y siempre útil a la
sociedad y a su familia.
Nació en la localidad de Gaspar, el 28 de febrero de 1920. En 1965 se mudó
para la ciudad de Morón, provincia de Ciego de Ávila, ya casado y con cuatro
hijos (dos hembras): allí trabajó mucho de carpintero, de jefe de brigada de la
construcción y en otras labores.
“Yo dirigí a los trabajadores que hicieron la ampliación del Hogar de
Ancianos de Morón, entre otras muchas obras, pero esa la recuerdo con especial
orgullo”, cuenta el centenario avileño.
¿Cómo son sus hábitos de vida que le han permitido esta longevidad?
“Lo principal es siempre estar activo. De joven fumé un poco, pero pronto
dejé ese dañino vicio y ahora no permito que nadie fume dentro de mi casa.
Tampoco he sido adepto a las bebidas alcohólicas…, el ron no lo tomo nunca”.
¿Qué tipo de alimentación lleva?
“Como casi de todo. Tengo preferencia por la leche y el queso, los lácteos
son muy buenos…me gustan los frijoles. No como embutidos, son malos porque a
eso le echan cualquier cosa. Ah, pero si siempre he consumido grasa animal,
manteca y carne de cerdo que me encantan, aunque ahora mi médico me la restringió”.
Dice que no le gusta ver televisión, pero si escucha la radio: “Oigo mucho
los programas de Radio Surco, tanto los noticieros como los musicales y las
transmisiones de los juegos de béisbol”.
“No me pierdo el programa Hablando Claro, de Radio Rebelde por los temas
que tratan sobre los problemas de la sociedad cubana, que hay que resolverlos
para tener un mejor país”.
A él le apasiona el béisbol y admira los peloteros de Morón, a los cuales
conoce personalmente.
¿Cuál es su equipo preferido?
“Los Tigres, claro, que han ganado tres campeonatos y tienen varios
moronenses entre sus principales figuras”, dice con orgullo.
A Monzón la vida le ha dado golpes. Perdió a su esposa hace año y también a
uno de sus cuatro hijos; a ese dolor se ha sobrepuesto por la fuerza de su
personalidad.
Enfermedades ha tenido pocas, pero un día comenzó a sentir cansancio y
malestar. Ya no era el mismo. Un chequeo médico determinó un trastorno de la
conducción eléctrica de su corazón, un bloqueo de tercer grado.
“Con los años las estructuras envejecen y sufren algún deterioro, ese que
fue el caso de Osvaldo y para corregir esa falla de su corazón requirió de la
implantación de un marcapaso”, dice el doctor Eduardo Pérez Román, cardiólogo
del Hospital Provincial Doctor Antonio Luaces Iraola de Ciego de Ávila, quien
atiende a Monzón.
Un marcapaso es un pequeño
dispositivo que se implanta por debajo de la piel o del músculo del pecho cerca
de la clavícula. Se conecta al corazón con uno o dos electrodos y su función es
la de “cronometrador” artificial del corazón. Este aditamento médico monitoriza
continuamente la actividad del corazón, enviando impulsos eléctricos para
restablecer el ritmo normal, si late demasiado lento o irregularmente.
”Monzón tiene un estado físico increíble, con mucha fuerza para vivir, no
padece de ninguna otra enfermedad crónica ni asociada con su edad”, dice el
doctor Pérez Romo.
“Lo he visto leer documentos sin tener que usar espejuelos. Es una
persona alegre, optimista que no siente miedo cuando ha tenido ingresos
hospitalarios en la sala de Cardiología, ni cuando ha sido llevado al quirófano
para la implantación del marcapaso. No se deprime, se recupera muy rápido
y es admirable” agrega el galeno avileño.
Osvaldo Monzón en su centenario de vida tiene una vitalidad que asombra. Y
no sólo en lo físico que le hace caminar rápido, hacer muchas tareas del hogar,
los mandados habituales de la familia y hace paseos diarios por la ciudad.
También su mente es lúcida y enérgica.
Con este joven anciano se pueden sostener conversaciones de varios temas.
Habla bajo, pausado, con educación y tiene una admirable agilidad mental para
sacar cuentas sin necesidad de papel y lápiz.
“Yo quiero vivir mucho tiempo, pero con capacidad. No resisto el reposo ni
depender de otras personas para mis necesidades personales”, dice con firmeza.
Todavía es el eje de la familia, quien aconseja, orienta y decide. Su
autoridad se respeta porque la respalda la sabiduría de los años vividos.
Monzón no siente la carga de los 100 años vividos, porque para él han
sido el tránsito por un tiempo en el cual creó una familia, un hogar y un
ejemplo de vida.
Texto y fotos de Idania Pupo
Freyre
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