En el año 1989, hace ya un cuarto de siglo, la comunidad médica
mundial conoció de la existencia de un nuevo germen que se transmite por
vía sanguínea: el virus de la hepatitis C (VHC).
El impacto del VHC en la salud mundial ha sido difícil de minimizar.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el virus es
responsable del 25 al 40 por ciento de las enfermedades hepáticas
crónicas y una de las principales causas de trasplante hepático.
Se estima, además, que existen más de 180 millones de personas
infectadas por este virus (hablamos de cerca del tres por ciento de la
población mundial), y que más del 80 por ciento de ellas viven en países
de medianos y bajos ingresos económicos. Con el tiempo los infectados
podrían padecer de cirrosis hepática o cáncer de hígado, complicaciones
asociadas al VHC, capaces de provocar anualmente la muerte de medio
millón de personas.
En este peligroso contexto se desarrollan novedosos y efectivos
fármacos antivirales. Pero el acceso a esos tratamientos tropieza con
enormes obstáculos, en primer lugar, porque ellos son muy caros.
Fue esta una de las razones contempladas en la agenda del Día Mundial
contra la Hepatitis, celebrado el pasado 28 de julio, donde se hizo un
reclamo de justicia ante los exorbitantes precios asentados por los
fabricantes de antivirales utilizados contra el VHC.
Dichos precios vedan la posibilidad de cura para muchos. Incluso en
las naciones calificadas como «desarrolladas» las tasas de tratamiento
del VHC no llegan ni a la cuarta parte de quienes lo padecen.
El sofosbuvir o Solvaldi (nombre comercial) puede ser uno de los
medicamentos más aludidos por estos días al ser el más caro. Aprobado a
finales del año 2013 por la Agencia de Alimentos y Medicamentos (FDA)
de los Estados Unidos, es producido y comercializado por la todopoderosa
compañía farmacéutica estadounidense Gilead Sciences.
En la nación norteña cada tableta de este fármaco antiviral tiene un
precio de mil dólares y el tratamiento, que dura regularmente 12
semanas, alcanza la espeluznante cifra de ¡84 000 dólares!
Solo hay una excusa que Gilead se niega a admitir: la codicia.
En un
artículo publicado el 1ro. de abril del presente año en la revista
médica norteamericana Clinical Infectious Disease (Enfermedades clínicas
infecciosas), investigadores de las universidades de Liverpool en el
Reino Unido, Howard en los Estados Unidos, y de la Ciudad del Cabo en
Sudáfrica, sacaron a la luz pública que el costo de producción del
principio activo del sofosbuvir era tan solo de dos a cuatro dólares por
gramo.
Con este último dato los autores del escrito apuntaron que el
tratamiento de 12 semanas cuesta realmente entre 68 y 136 dólares.
Con poco más de 83 000 dólares de ganancias mercantiles por cada
paciente tratado con este antiviral, no se puede esperar bondad alguna
de una compañía fertilizada con alientos de imperio y sanguijuela.
Semejantes prácticas han marcado a esta compañía. Recordemos cómo al
surgir la primera pandemia del siglo XXI —la gripe aviar—, algunas
entidades farmacéuticas avistaron una «mina de oro» ante la alarma
mundial por el desconocimiento de la gravedad y velocidad de expansión
de dicho mal.
Así fue como en noviembre del año 2005 el entonces presidente de los
Estados Unidos, George W. Bush, solicitó al Congreso la aprobación de
mil millones de dólares solo para la compra de oseltamivir o Tamiflu
(nombre comercial), un antiviral oral desarrollado inicialmente por
Gilead.
Se ha hablado mucho de conflicto de intereses en esta decisión
pues entre los máximos beneficiarios (financieros) estuvo una figura muy
próxima al gobernante imperial: Donald Rumsfeld, el ex-secretario de
Defensa de los Estados Unidos, quien al asumir este cargo en el año 2001
era el máximo directivo de la aludida compañía.
El caso del sofosbuvir tiene otras aristas tenebrosas. El producto
fue desarrollado por la empresa Pharmasset que fue adquirida —o tragada—
por Gilead hace tres años por más de 10 000 millones de dólares. Su
principal fin fue ganar la delantera mundial en el tratamiento de la
hepatitis C y crear el actual entorno especulativo que juega con un
serio problema de salud.
Asistimos así a otro pasaje sombrío de la era moderna, cuando parte
de las angustias que sufre la especie humana resulta de abusos que
indignan, como los de la imperial Gilead Sciences.
Dr.C. Julio César Hernández Perera
*Doctor en Ciencias Médicas y especialista de Segundo grado en Medicina Interna.
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