Por IDANIA PUPO FREYRE
Desgarrador al punto de las lágrimas y conmovedor al extremo de la más fuerte condena es el genocidio que Israel lleva por estos días contra el sufrido pueblo de Palestina.
Ataques aéreos y terrestres, metralla y más metrallas, la población civil muere y el mundo clama justicia, que cese la repetida masacre israelita en
Sufren y mueren cientos de personas, pero nada conmueve tanto como las consecuencias que estas contiendas bélicas causan en los niños.
EL mundo se desagarra ante la mirada impávida de políticos mediáticos, millonarios, personajes famosos..., de congresos, parlamentos, organizaciones mundiales..., también ante la atención y denuncia de movimientos anti belicistas, religiosos, gobernantes sensibles, y personas de alto sentido humanitario. Pero nada logra detener la creciente escalada de violencia, la destrucción y la muerte.
Israel, potencia bélica, agresor a ultranza y por la conquistas de tierras, reservas fluviales y petroleras, ejecuta por estos días una de las masacres más condenadas contra Palestina. Inunda de plomo y destrucción a la población civil de
Vale recordar que de una población de 1,5 millones de habitantes de Gaza, los niños constituyen más de la mitad y se están llevando la peor parte del conflicto.
Periodistas de agencias noticiosas que reportan el genocidio israelí narran a diario desgarradores testimonios de los civiles agredidos.
Estos son algunos testimonios:
El refugiado Ahmed Abu Mateg, de 70 años, está aturdido. Alberga sólo una certeza: que seis de sus hijos menores desayunaban junto a su madre en el patio de su modesta casa de Beit Hanun, en el norte de Gaza, y que su familia ha sido diezmada.
Cuatro de sus hijos y su esposa han resultado muertos al ser alcanzada su vivienda por un proyectil israelí. Un par de horas después de la matanza perpetrada por la artillería agresora, le dijeron que dos de sus pequeños habían sobrevivido. Pero ignoraba quién.
"Yo había salido a una tienda a comprar, y cuando he vuelto he visto la carne de los niños mezclados con los hierros", cuenta Abu Mateg en una sala de su vivienda. Miyasar, su segunda esposa, ha fallecido poco después del ataque en un hospital de Gaza. Como también ha perecido un transeúnte de 17 años que pasaba por ahí, relatan varios medios informativos.
En declaraciones a Europa Press, el sacerdote asturiano conocido como El Padre Ángel, presidente de
Desde el inicio de la ofensiva en
Esta cifra crece día a día, ya que los combates en
De acuerdo con los cómputos de
Hoy es en
Malditos sean los que idean la guerra, los que la desencadenan, los que se benefician de ella, los que la apoyan y los que tergiversan su rapaz causa, impiedad e injusticia. Todos ellos tienen sangre de niños en las manos y nunca se las podrán lavar.
Algunas estadísticas confiables de organizaciones internacionales encargadas del desarrollo de la niñez, son espeluznantes:
Un millón y medio es el número de niños y niñas muertos en conflictos armados. Otros cuatro han quedado discapacitados, ciegos o sufridos lesiones cerebrales. Al menos cinco se han convertido en refugiados y 12 millones más los han desarraigados de sus comunidades.
Si en otras épocas, los soldados eran los protagonistas y las principales víctimas de la guerras, en la última década, son los menores quienes más sufren por varias causas: muerte, heridas, mutilaciones, pérdida de su familia, sus escuelas..., las secuelas físicas, síquicas y emocionales quedan de por vida en los pequeños y la arrastran cual pesado lastre.
No sólo las armas y los ataques marcan el conflicto en Medio Oriente. El drama humano que viven cientos de personas que se encuentran entre los disparos y los estallidos de los cohetes, comienzan a pasar la cuenta. Y los pequeños son los más traumatizados.
Todos los pequeños afectados por conflictos armados tienen que recibir protección y cuidados especiales. Aún así, menores de edad son enrolados en ejércitos o, de alguna manera, en acciones militares.
Pero lo cierto es que ni las organizaciones mundiales, ni el clamor de millones de personas que piden el fin de las guerras y las voces acusadoras de sus consecuencias, logran detener una delicada escalada bélica que amenaza al mundo con acabar con sus riquezas, con sus recursos naturales, con la humanidad y en especial, con los niños.
Todo el sufrimiento derivado de los conflictos armados se acumula como especie de gigantesco monumento de denuncia ante el exterminio de los capullos de un inmenso rosal.