El dolor de Guillermo Avilés

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domingo, enero 02, 2011

SOLOS SERÍA IMPOSIBLE


Foto: ROBERTO MOREJÓN


Palabras de Eusebio Leal, Historiador de la Ciudad de La Habana, en el encuentro con intelectuales y artistas el 29 de diciembre de 2010, en la víspera del 52 aniversario de la Revolución cubana.





Muchas veces me pregunté cómo en el pequeño pueblo de San Juan y Martínez, vinieron al mundo dos talentos tan extraordinariamente relevantes, y qué temprano se fueron. Eso indica que no hay nada pequeño para ser grande, y que el azar siempre suele dispersar por el universo los talentos, y caen como estrellas en un pesebre, en un bohío, en cualquier parte.

Es por eso que esa nueva generación tiene que ser el centro de nuestra vida inmediata. A nadie se le oculta -quizás se ha dicho tantas veces, que es lo histórico, que es lo importante, sería casi un desliz del oficio que haría impopular el mensaje-, que estamos en un momento muy particular. Hay evidentísimamente una inflexión en este momento, y hay que percatarse de que eso es así. Quizás nunca percibimos tanta inquietud, ni se percibió tanta expectativa, ni tanta esperanza.

Recuerdo que la última capacidad de la monarquía francesa, antes de la Revolución, fue la convocatoria de los Estados Generales, y cuando los convocó se rompieron de pronto a la puerta de la Convención, muchos atavismos de la sociedad y ocurrió un hecho extraordinario: el florecimiento de los que ellos llamaron el árbol de la razón humana. Exactamente igual ocurre hoy.

Hace ya algún tiempo, hace casi dos años, los Estados Generales fueron convocados. ¿Y cuáles eran esos Estados Generales, sino los estados de opinión? Y los estados de opinión reflejaron desde los distintos estamentos de la sociedad una serie de angustias y preocupaciones, cuando casi medio siglo se había luchado por una gran autopsia de la cual todos nosotros hemos sido partícipes, y también, en muchos casos, afortunados testigos.

Era lógico que en medio de esa gran borrasca, ocurriesen hechos a veces impredecibles. Y muchos de los que están presentes nos vimos vapuleados sin estar preparados para un cambio social que sería de jerarquía mundial. Cuando ocurren las grandes revoluciones, el mundo se pone de cabeza. Y es casi un propósito de los revolucionarios el acerbo: todo tiene que cambiar, todo tiene que ser cambiado.

Alguien exclamó que se armaría un rollo de tal magnitud que sería imposible al pasado recomponerlo. Cuando el tiempo devino, resultó que llegamos a la conclusión de que era indispensable, para ir al futuro, tomar el hilo conductor del pasado. Quizás eso se hizo muy evidente para los cubanos, en aquel año crucial de 1968. Se pronunciaron entonces unas palabras que lograron poner en su lugar las estatuas que temblaban sobre sus pedestales: “Nosotros entonces habríamos sido como ellos; ellos hoy, como nosotros”.

Esta realidad, ese pensamiento iluminador, enfrentó a la necesaria presencia delirante de lo jacobino, la prudencia necesaria. Quizás más revolucionaria y radical que la de los que no pensaban igual.

El tiempo ha pasado desde entonces y la inflexión está ante nosotros. Hay que decir, para no caer en parábolas innecesarias, ni hacer hipérboles, después del discurso en la Asamblea del General Presidente, el General Presidente Raúl Castro Ruz se abrió un situación nueva en Cuba, era distinto en la vísperas, a lo que es ahora en las postrimerías.

Yo me preguntaría: ¿qué debemos y que tenemos que hacer nosotros, inquietos pensadores, pintores iluminados, artistas que han logrado hacer lo que se han propuesto hacer? A veces con incompresibles, a veces soportando juicios equívocos, pero a nadie se le pidió que hiciese la interpretación fría de la realidad, y que la trasladase a la Literatura, al arte de la pintura, a la música, a la poesía, a la propia arquitectura.

Cuando muchos lloraban en el mundo porque las escuelas de arte, estaban quebrantadas, en un debate internacional en el que había tantos que criticaban la supuesta desidia sobre esos monumentos que serían la obra más representativa de nuestro tiempo, se me ocurrió pensar en la bella imagen de la crisálida y la mariposa. ¿Qué era más importante, en última instancia? Una montaña de ladrillos o la mariposa que había volado del interior de aquellos espacios.

Todo cuanto valía en la música, en la danza, en el pensamiento, había surgido precisamente del seno de la hermosa crisálida ruinosa. El tiempo nos ha demostrado que fue muy importante vivir para verlo.

Cuando hace unos días celebrábamos el 90 aniversario de Alicia (Alonso), resulta que para muchos era quizás -y ahí no hay quien no lo piense- la perseverancia de vivir, de sobreponerse a las limitaciones físicas, sobreponerse inclusive a la percepción de la realidad. Yo recordaba un pensamiento de Dulce María (Loynaz), quien me dijo una vez: “Cuando se vio, queda una luz interior que nos permite interpretar las cosas. Entonces no importa dejar de ver. Lo importante es que hay quienes ven y no entienden. Hay quienes escuchan y no oyen.”

Es por eso que hoy tenemos que escuchar y sentir. Y quizás nuestra máxima urgencia es pensar que cada uno de nosotros está rodeado de quienes nos han de dar continuidad y nos han de defender con la misma fortaleza lo que nosotros hicimos en nuestro momento.

Cuando la Nueva Trova impulsó en sus melodías y en sus poemas el pensamiento de su generación, muchos no lo entendieron. Hoy están consagrados. Cuando muchos consideraban que la danza era una especie de eco espectral de un pasado elitista, Alicia fue reconocida en el mundo entero y se colocaron laureles al pie de un monumento vivo. Cuando muchos en su momento escribieron libros y recitaron versos que pudieron ser para algunos prácticamente herejías, surgió de su estoicismo y de su lealtad la fortaleza para ser reconocidos.

Por eso en este momento cuando el cine cubano presenta una obra tan bella como José Martí, el ojo del canario, nos sentimos todos muy contentos porque esa obra hermosa no es más que la expresión de obras anteriores, de creaciones maravillosas, de los que hicieron El Mégano, de los que soñaron el Nuevo Cine Cubano, de los que viajaron por el mundo para hacer lo suyo: fue la obra de Santiago Álvarez, de Julio (García Espinosa), de Alfredo (Guevara) -por cierto, en las próximas horas es también su cumpleaños y le enviamos desde aquí un saludo a ese poderoso pensador joven, que supo hacer de su vida un ejemplo de que era importantísimo, además de la sabiduría, la singularidad.

Porque cada uno de nosotros somos singulares. Y esa singularidad es hoy reconocida. Singularidad en el género, en la forma de ser y de vivir, en la forma de esperanzar y de soñar. Yo creo, verdaderamente, y lo digo con convicción, la hora de Cuba actual no sería suficientemente esperanzadora, si ustedes no estuviesen convencidos en su corazón de que esta es la oportunidad.

El Presidente no dijo “es quizás la última oportunidad”, sino “esta es la última oportunidad”. Cuando lo dijo hizo una apelación a muchos, a millones, pero particularmente a quienes nosotros representamos. Creo que nuestro deber más profundo y más grande es hacer el último esfuerzo para que nuestro tiempo no se pierda.

No puede haber Restauración, como decían los revolucionarios de la Comuna de París. No puede haber restauración del pasado, con sus iniquidades, discriminaciones y miserias. No puede haber de ninguna manera regreso de los Borbones, porque sería espantoso para nosotros, tan espantoso como haber perdido el tiempo de una sola vida de cualquiera de nosotros.

Considero, sin egoísmo y egolatría, que nuestras vidas en este sentido han sido importantes. Todos hemos tenido que estar armados durante mucho tiempo para defendernos de un adversario real, pero también para defendernos de esas poderosas fuerzas internas, a veces negativas, a las que se refiere Fidel en el último e iluminado pensamiento sobre el concepto de Revolución.

Cuando releí esas palabras vi que muchos se detienen en el concepto de que “hay que cambiar todo lo que sea necesario cambiar”, pero hay una que es un poco más críptica y enigmática: “había que enfrentar poderosas fuerzas externas e internas”. ¿Cuáles eran las internas? Los que están con la cabeza, pero no con el corazón. Un día le preguntaba un diputado al doctor Raúl Roa en la Asamblea: “¿qué quiere decir usted, doctor, cuando habla ‘estar concorde’?” Estar concorde quiere decir “estar con el corazón”. Viene del latín corde, y quiere decir concorde, quiere decir fraternidad. Pero también quiere decir compromiso.

En este día, cuando el año termina y vamos a comenzar el año 11 estamos a las puertas del puente y del camino. Vamos a atravesarlos juntos. Solos sería imposible. Vamos a acompañar a los que nos precedieron en el tiempo y cuyos sufrimientos e iluminaciones no fueron menos importantes: a los artistas, a los pintores, a los poetas. A los que les tocó vivir otra época.

¿Qué habría ocurrido si en vez de tocarnos vivir ahora hubiésemos vivido en el 68, cuando el Capitán General reunió a los intelectuales y les dijo “el que no está conmigo, está contra mí”, y comenzó la terrible diáspora? ¿Qué habría sido de nosotros si hubiésemos encarnado la suerte de Heredia o de Plácido? ¿Qué habría sido de nosotros si hubiesen recaído sobre nuestra obra tan terribles acusaciones? Algunos que pudieron verse en un momento oportuno en un laberinto de incomprensiones, han logrado, por su tesón, vencerlas, y están aquí. Tienen sobre sus sienes una luminosa corona de laurel y aun sus heridas ya sanadas son, más que lamentos, condecoraciones.

Felicidades a todos y luchemos.

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