El dolor de Guillermo Avilés

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jueves, marzo 16, 2006

MI BÈISBOL ES EL MEJOR

Por IDANIA PUPO FREYRE Foto: JUAN ANGEL ALICEA


Y LOS hombres hicieron grande su causa. Si, porque se ha dicho que el actual conjunto Cuba de béisbol “no es un equipo de nombres si no de hombres” y estos se han sabido imponer a rivales supuestamente de mayor calidad.
La actuación de los peloteros cubanos en la primera fase del Campeonato del Mundo, no es meramente un acto deportivo, si no una demostración de cómo las convicciones mueven los más profundos resortes del ser humano para hacerlo màs fuerte, tenaz, inteligente, paciente y audaz.
Confieso que no esperaba tanto del plantel cubano porque, en un criterio muy personal, no lo veo como el mejor de los seleccionados nacionales en su historia competitiva.
No es esta la època de oro, en la cual se logrò reunir a jugadores como Omar Linares (el màs codiciado por el béisbol rentado de los jugadores cubanos), Vìctor Mesa (el màs espectacular), Lourdes Gurriel (el màs oportuno), Luis Ulacia (el màs integral), Antonio Pacheco, Orestes Kindelán, Luis Girando Casanova, Ermidelio Urrutia... y algunos màs.
Ellos dominaban bien las artes del béisbol: tocar la bola, robar bases, desestabilizar a los pitchers contrarios, batear fuerte, dar fouls hasta ligar el envìo oportuno para dar la conexión, hacer jugadas de bola escondida, robo de home...en fin, la amplia gama de jugadas, unas de rutina, otras excepcionales, que los convertía en un equipo grande, inmenso.
Estos extra clases no han tenido sustitutos de igual talla, eso hay que admitirlo y ante el lógico proceso de renovación que impone la vida a todas las actividades, disponemos ahora de una nueva generación de peloteros en el equipo nacional, la mayorìa jóvenes sin fogueo ni experiencia internacional.
Sin embargo, a ellos les correspondió la difícil misión de jugar en un torneo mundial que reunìa a jugadores profesionales, pensados como la èlite mundial.
Enfrentarse a grandes estrellas que juegan en los màs selectos campeonatos profesionales y “semiprof”, precedidos de un despliegue publicitario y con los bolsillos llenos de dinero, era el gran reto de los nuestros.
Ya en el terreno, en igualdad de condiciones todo empezó a fluir diferente. El equipo cubano mostraba un pitcheo màs débil que en otras ocasiones. No tenía a sus mundialmente conocidos estelares de antaño.
Un juego tras otros evidenciaba la inconsistencia de algunos lanzadores, la ineficacia en toques de bola y el tacto de algunos bateadores, la inexperiencia de otros...
Pero también salieron a flote sus virtudes: la preparación física de los cubanos, el ímpetu, la garra, el arte de saber crecerse en los momentos cumbres en que llevamos las honrosas cuatro letras en el pecho y representamos a Cuba en cualquier tribuna del mundo. He ahí la clave de la victoria.
Ante esos valores morales y sicológicos, nuestros peloteros se hacen invencibles.
Hay que tener mucho coraje para salir a jugar con el similar de Puerto Rico, en la mayor instalación deportiva de San Juan, abarrotada de un público enardecido, por supuesto, apoyando a su equipo, ante peloteros profesionales de mayor experiencia y nombre y al fin, ganarles.
Se necesita crecerse a inmensa estatura para concentrarse, hacer en cada segundo lo que la dinámica del béisbol exige y finalmente triunfar.
Lo màs importante de haber logrado la clasificaciòn para ahora, a partir de hoy, e ir a optar por el tìtulo mundial o una de las medallas en disputa, es que ya se destronò el mito, el de la superioridad del béisbol rentado sobre el de aficionados.
El béisbol cubano, desde su centenaria historia cuando los mambises lo practicaban, fue jugado desafiando a las autoridades coloniales españolas, quiénes veían el invento como una forma "secesionista" y "peligrosamente violenta" debido al uso de los bates. Tal fue el temor que en 1869 emitieron una prohibición del juego que duró hasta 1878, cuando al final de la Guerra de los 10 Años, fue reorganizado.
Pasò por la etapa profesional e insipiente, hasta que soltò sus cadenas a inicios del triunfo revolucionario y, de ahì en lo adelante ha tejido una gloriosa e impresionante cadena de triunfos.
Y por coincidencias de la historia este hecho que marca al deporte cubano ha sucedido en San Juan, Puerto Rico, exactamente 40 años después de que en el mismo escenario, el estadio Hiram Brithon, el deporte cubano impone su hidalguía y estos jóvenes de ahora son iguales a los que en 1966 navegaron en el Cerro Pelado, sufrieron la negativa inicial del gobierno norteamericano de entrar al paìs a participar en los Juegos Centroamericanos y del Caribe y, con ayuda del pueblo puertorriqueño y por derecho propio llegaron, compitieron y triunfaron.
Nuestros peloteros vencieron convincente a sus rivales, demostraron su grandeza, la validez del deporte sin mercado y ridiculizaron a quienes, desde las grandas, en minoría casi exigua, querìan, con infames carteles, hacer notar una causa perdida.
Ahora, a partir de hoy, emprenden en California, Estados Unido una nueva lucha, no menos dura, pero con el mismo espíritu de èxito, una vez demostrado, que por convicciones ¡NUESTRO BÉISBOL ES MEJOR!

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